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sábado, 27 de octubre de 2012

HISTORIA DE LOS PROFETAS DEL ISLAM: Desde Adan hasta Yusuf




LA HISTORIA DE ADÁN



Allah creó la tierra en dos días, la sujetó con montañas que la equilibraran, y la hizo próspera. Después, a lo largo de cuatro días, la aprovisionó de víveres en cantidad suficiente para las necesidades de las criaturas que iban a vivir ahí. Tras ello, se dirigió al cielo, que era humo, y le ordenó, así como a la tierra: “Venid a Mí, de grado o a la fuerza”. Y le respondieron: “Acudimos a Ti obedientes“...
          Después, Allah se asentó en majestad sobre el Trono, y sujetó el sol y la luna a cursos en órbitas que señaló para ellos. También creó a los ángeles que elogian Su grandeza, proclaman la gloria de Su inmensidad y le rinden una devoción pura.
          Su Voluntad quiso entonces crear a Adán y a su descendencia para que habitaran la tierra y la poblaran. Informó a los ángeles de Su deseo, diciéndoles que iba a dar existencia a unas nuevas criaturas que trabajarían la tierra y circularían por ella libremente, y sus descendientes se instalarían en sus diferentes zonas, se alimentarían de sus productos y extraerían de sus entrañas los bienes que Él había guardado, y se sucederían los unos a los otros.
          Los ángeles son criaturas que Allah ha purificado para consagrarlas por completo a Su servicio. Los ha colmado de bondades, les ha mostrado la vía en la que Él se satisface y los ha guiado en Su obediencia, de modo que jamás se apartan de lo que Allah quiere. Les resultó duro que Allah quisiera crear nuevos seres para Sí, creyendo que habían faltado a su deber o que alguno de ellos había cometido una falta, y acudieron a justificarse ante Su Señor y le dijeron: “¿Vas a crear a otros, cuando nosotros no hacemos sino glorificar Tu alabanza y proclamamos Tu misterio sin cesar? Aquellos que vas a crear se querellarán entre sí por los bienes de la tierra y se disputarán sus riquezas. Sembrarán la corrupción y harán correr la sangre, y sacrificarán vidas inocentes?”. Lo dijeron para justificarse y para apartar de sus corazones la confusión. Esperaban que Allah los designara como Sus representantes sobre la tierra por su primacía a la hora de reconocerlo como Señor de todas las cosas y porque su único instinto era el de obedecerle. La decisión de Allah les había trastornado, no por que dudaran de Su sabiduría sino pensando que había en ellos algún defecto. En sus palabras no había ninguna acusación ni con ellas pretendían denigrar al ser humano ni a su descendencia, pues los ángeles son criaturas cercanas a Allah, Sus servidores más dignos, y no ponen sus deseos por delante de los de Allah, y siempre actúan bajo Su inspiración.
          La respuesta de Allah dio firmeza a sus corazones y suavizó sus costumbres. Él le dijo: “Yo sé lo que vosotros no sabéis. Conozco mejor que vosotros la sabiduría que hay detrás de Mi acto. Doy la vida a quien quiero, libremente. Hago reinar a las criaturas que elijo, y no por ningún merecimiento. Ya veréis lo que ahora escapa a vuestro entendimiento, lo que está oculto en el hombre. Cuando le haya dado forma y haya insuflado en él de Mi Espíritu, llevad la frente al suelo delante de él”.
          Y fue así como Allah extrajo a Adán de la arcilla, de un barro maleable, semejante al que utiliza el alfarero, y sopló en él y la vida corrió por la nueva criatura, surgiendo un hombre completo. Allah ordenó entonces a los ángeles que se prosternaran ante él en signo de reconocimiento, y ejecutaron la orden que se les dio, salvo Iblis - o Shaytân, que es lo mismo-, que, arrastrado por el orgullo, prefirió desobedecer la orden de Allah. Allah le preguntó por el motivo de su rebelión: “¿Por qué no te prosternas ante lo que he creado con Mis propias Manos? ¿Es por orgullo? ¿Acaso te consideras un alto personaje?”.
          Iblîs creía estar hecho de una materia más noble que Adán, pues había sido creado de fuego mientras que el hombre era de barro. Pensó que era superior, y que Adán no lo igualaba en rango. Iblîs le dijo a Allah: “Soy superior a Adán. Me has creado a partir del fuego y a él lo has sacado de la arcilla”. Con estas palabras, Shaytân gritaba en alto su rebelión y se declaraba desobediente. Rechazó la orden de Su Creador y se negó a llevar la frente al suelo ante lo que Allah había creado con Sus propias Manos. Fue el primer kâfir, el primer que se negó ante Allah.
          Allah lo castigó por su rebelión, diciéndole: “Abandona este lugar de felicidad, y seas lapidado y maldito hasta el Día de la Resurrección”. Entonces, Iblîs le pidió a Allah que le dejara vivir hasta el Fin del Mundo, y Allah se lo concedió: “Sea así. Vivirás hasta el límite fijado para el mundo”. Cuando hubo obtenido lo que quería, Iblîs, en lugar de volverse agradecido, se cerró aún más en su orgullo y quiso arrebatarle a Allah a los hombres, y dijo: “Puesto que has hecho que me pierda, yo cortaré Tu camino a los hombres, y los apartaré de Ti. Estaré a la derecha y a la izquierda de cada ser humano, iré por delante de él y detrás de él, y no encontrarás entre ellos a quien te reconozca”.
          Allah expulsó a Shaytân de Su misericordia. Prolongó su vida y le dijo: “Ve por el camino que has escogido y sigue la senda del mal que quieras. Embauca con tus palabras a quien te escuche. Lanza contra los hombres a tus seguidores. Comparte con ellos sus riquezas y sus hijos. Les prometerás mentiras, les darás esperanzas falsas. Pero no te dejaré a solas con ellos, ni te doy poder sobre sus corazones. Aquellos que me prefieran, los que me consagren sus corazones, los que me sean fieles, serán liberados de ti, de tus mentiras y de tu sufrimiento. Sólo serán tuyos los que te elijan. Y con vosotros haré un fuego eterno”.
          Los ángeles se habían prosternado ante Adán, cumpliendo con la orden de Allah y reconociendo con ello el alto rango del hombre en la creación. Pero Allah aún aumentó más la dignidad del ser humano haciéndolo partícipe del saber. Allah comunicó a Adán los nombres de todas las criaturas, es decir, le enseñó la diferencia que hay entre ellas y a relacionarlas con la habilidad del lenguaje, con lo que el hombre se convirtió en una criatura inteligente, capaz de razonar y enjuiciar. Allah puso las criaturas ante los ángeles, y, para ponerlos a prueba, les dijo: “Decidme los nombres de todos estos seres, si es que os creéis más meritorios que Adán”. Con ello, les mostraba la falta en ellos de una habilidad que sí había depositado en Adán y que lo hacía idóneo para ser el depositario de la ciencia y la sabiduría. El mérito de los ángeles reside en su fidelidad absoluta a Allah, derivada de su pureza innata, pero el mérito del hombre consistiría en hacerlo desde la conciencia, como elección suya en medio del saber, lo cual lo pondría por encima incluso del rango de los seres más puros al ser el resultado de un esfuerzo y una intención propia.
          Los ángeles fueron incapaces de poner nombre a las criaturas. No pudieron encontrar la respuesta a la orden que Allah les había dado, y reconocieron su ignorancia, y le dijeron a Allah: “Tu Nombre sea elogiado. No sabemos más que lo que Tú nos has enseñado. Tú eres el Señor de la Ciencia y de la Sabiduría”.
          Entonces, Allah se dirigió a Adán, y le ordenó que informase a los ángeles de los nombres de las criaturas, convirtiéndolo en maestro de los seres puros. Allah había depositado en el ser humano una capacidad única, el conocimiento vivo. A pesar de sus defectos, en comparación con los ángeles, había en él algo que lo ponía en situación de superioridad. Esa virtud del hombre es la más apreciada de Allah, y es la que dignifica al ser humano cuando convierte su inteligencia en guía por la vida. Gracias a ello, el hombre, cada ser humano, es califa, una criatura singular y única, la que mejor expresa la Grandeza e Inmensidad de su Señor.
          Los ángeles se dieron cuenta entonces de que, a pesar de toda su pureza y de toda su devoción, en el hombre había un misterio que se les escapaba. Allah les dijo: “¿No os he dicho que sólo Yo sé los secretos que hay en los cielos y en la tierra, que Yo sé lo que decís y lo que os reserváis?”. Los ángeles reconocieron la dignidad del ser humano, y entendieron por qué Allah les había ordenado que llevaran la frente al suelo ante él, y se pusieron al servicio del hombre contra Iblîs.
          Allah hizo del Jardín del Paraíso el lugar de residencia de Adán y de su mujer, y le dijo: “Reconoce los bienes con los que te he favorecido. Yo te he creado, y te he hecho a mi gusto. He insuflado en ti de Mi espíritu, y he ordenado a los ángeles que se prosternen ante ti, y te he iniciado en parte de Mis conocimientos. Mira a Iblis: lo he expulsado de Mi misericordia y lo he maldecido en el momento en que se rebeló contra Mí. Y he aquí el Paraíso, que he hecho para que sea tu residencia. Si te aferras a Mí, recompensaré tus actos, y estarás eternamente en este Jardín. Pero si me traicionas serás abandonado a tu suerte, te expulsaré de Mi Casa, y te arrojaré al fuego. No olvides que Iblîs es tu enemigo y el de tu mujer, y está al acecho. Que no os haga salir del Jardín, pues fuera de él sólo conoceréis la miseria”.
          Allah hizo entrega del Jardín a Adán y a su esposa, y declaró lícito para ellos todo lo que contenía, para que lo disfrutaran a su antojo. En el Jardín no pasarían hambre ni sed, ni calor ni frío, ni se avergonzarían por nada. Sólo les prohibió acercarse a uno de sus muchos árboles. Para que no se confundieran jamás, Allah les señaló claramente ese árbol. Allah les dijo que no comieran de los frutos de ese árbol, o de lo contrario se convertirían en criaturas perversas, y serían contados entre los que se han alejado de Allah. Allah les dijo: “Oh, Adán, permanece en el Jardín, tú y tu esposa, comed de sus frutos a vuestro gusto, pero no os acerquéis a este árbol pues con ello os pondrías al lado de los injustos. En este Jardín no conoceréis ni el hambre ni la desnudez, no tendréis sed ni probaréis la intemperie”.
          Adán y su esposa habitaron en el Jardín, donde disfrutaron de todo lo que se puede desear. Caminaban sin preocupaciones entre sus árboles, descansaban a su sombra y recogían sus frutos. No sentían sed ni hambre, y lo que tomaban era por gusto. Y así estuvieron durante un tiempo, en el mayor de los goces.
          Su felicidad produjo envidia en Iblîs. No podía soportar ver a Adán y a su esposa en ese estado de perfección, sobre todo a causa de haber sido expulsado del Jardín por su motivo. Adán había sido la causa de toda su degeneración y la desgracia en la que estaba condenado a vivir hasta el Fin del Mundo, y se propuso buscar su ruina. Por ello, decidió acercarse discretamente a Adán, y habló con él hasta convencerle de sus buenas intenciones asegurándole que solo quería darle buenos consejos. A Adán y a su esposa les dijo: “Vuestro Señor os ha prohibido ese árbol para evitar que os convirtáis en ángeles o seres inmortales
          Adán y su esposa se negaron a creer lo que Iblîs les decía, y entonces él pasó a utilizar juramentos y palabras seductoras. Les aseguró que sólo deseaba su bien, que no quería hacerles ningún daño, sino todo lo contrario, que deseaba verlos en un estado aún mejor. Insistió durante mucho tiempo, describiéndoles con todo detalle las ventajas que conseguirían comiendo del árbol prohibido, el estado superior al que accederían con ello. Tanto repitió Iblîs sus promesas que ellos cayeron finalmente en la trampa, y comieron lo que Allah les había prohibido comer. Resultó entonces que en ello no había nada bueno, sino todo lo contrario.
          Habían seguido las órdenes de Shaytân, que era su enemigo, y habían desobedecido a Allah, que era su Creador. Allah les dijo: “¿No os había prohibido que comierais de ese árbol? ¿No os dije que Shaytân era vuestro peor enemigo?”.  Entonces se dieron cuenta de lo que habían hecho y lo lamentaron. Despertaron del olvido al que los había conducido Iblîs, y supieron que se habían alejado de Allah, causándose daño a sí mismos pues lejos de Allah solo hay miseria y frustración. Le dijeron a Allah: “Señor, nos hemos equivocado. Si no nos perdonas y no tienes piedad de nosotros, estaremos perdidos”. Pero Allah les respondió: “Salid de aquí, y sed enemigos unos de otros. En la tierra tendréis un asilo y ahí permaneceréis durante un tiempo”.
          Allah aceptó a Adán y a su esposa, y les perdonó su falta. Sus corazones se purificaron de nuevo, y la esperanza de volver al Jardín guió su existencia sobre la tierra. A partir de entonces, el Jardín es algo que el hombre debe merecer, y lo conquista mejorando su carácter y actuando rectamente. Y desde entonces, cumpliendo Su promesa de estar al lado de los que Le eligen, Allah ha enviado a la tierra a Mensajeros suyos que recuerdan a los hombres la existencia de un buen camino y un mal camino, uno que los lleva de vuelta al Jardín de sus orígenes, y otro que los conduce al fuego de Shaytân.
          Nuestra existencia en la tierra, por tanto, se extiende desde la expulsión en los principios de la creación hasta el Fin del Mundo, y nuestra experiencia en ella determina nuestro destino final en al-Âjira, la eternidad que viene después de la Resurrección. La vida en este mundo es la prueba a la que Allah nos somete: los más nobles eligen a Allah y se reencuentran con Él tras la muerte en el Jardín, y los que se dejan seducir por Shaytân y siguen sus sugestiones se alejan de Allah y se dirigen al Fuego que hay fuera de la misericordia del Único Creador.

LA HISTORIA DE LOS HIJOS DE ADÁN



         El ciclo de la vida comenzó a tomar forma final cuando la esposa de Adán (Eva, Hawwâ) empezó a tener hijos. Una vez en la tierra, se iniciaron las penalidades y también las satisfacciones de los seres humanos; y, así, a pesar del dolor del parto, Adán y Eva recibían con alegría a sus hijos, destinados a poblar el mundo y continuar en el futuro lo que empezó en los primeros tiempos. Adán y Eva comprobaron cómo, de forma natural, sentían un profundo afecto hacia sus hijos e instintivamente los protegían.
         Eva dio a luz dos parejas de gemelos: primero, a Caín (Qâbîl) y su hermana, y luego a Abel (Hâbîl) y su hermana. Los hermanos y hermanas crecieron bajo el ojo atento de sus padres hasta que alcanzaron la madurez, y se hicieron fuertes. Cuando estuvieron preparados para ello, comenzaron a trabajar para conseguir el sustento necesario. Caín se dedicó a la agricultura, mientras que Abel se hizo pastor y cuidaba los rebaños.
         Una vez ya hombres, Caín y Abel experimentaron el deseo de tener esposa, pero vieron que sobre la tierra no había mujeres, y expusieron la cuestión a Adán. Adán decidió que cada uno de ellos tomara como pareja la gemela de su hermano. Pero aquí surgieron los problemas, pues la gemela de Caín era más bella que la de Abel, y el hermano mayor se consideró agraviado. Dijo que sólo aceptaría como esposa a su propia gemela.
         Entonces, Adán propuso que cada uno de ellos realizara un sacrificio, y esperara la respuesta de Allah sobre el asunto. Caín ofreció trigo y lo quemó en el altar. Por su parte, Abel sacrificó uno de sus camellos. Allah eligió la ofrenda de Abel, y rechazó la de Caín, que se había rebelado contra la primera decisión de su padre. Cada hermano, pues, tuvo como esposa la gemela del otro, tal como Adán había recomendado al principio, pero en Caín comenzó a desatarse un gran odio hacia Abel. Ese odio lo iba hundiendo en la miseria y el infortunio, y sus cosechas fueron cada vez más pobres, la tierra se hacía árida y estéril para él, y su vida se hacía difícil.
         El rencor y la envidia de Caín hacia Abel fueron creciendo con el tiempo. En cierta ocasión, lo amenazó diciéndole: “Te mataré, porque no puedo verte feliz mientras que yo estoy en la miseria. Estoy desesperado y me siento humillado, y tú eres feliz y estás lleno de esperanzas”. Abel le respondió: “Deberías buscar la razón de tu mal y curar tu enfermedad. Busca la vía que te saque de todas las miserias y vive en la paz, y la vida te sonreirá. Allah, fuente de todas las bondades, no acepta al que no le teme”.
         Abel era un hombre dotado de inteligencia y de fuerza física considerable. Era de los que son dignos de confianza, de los que respetan el don de la sabiduría y reconocían sobre sí la primacía de Allah y de sus padres, buscando satisfacerles. Se entregaba a Allah, y Allah respondía a sus ruegos. Había aprendido de su padre que la vida es pasajera y que todo volverá a Allah después de la muerte para escuchar Su juicio, y se preparaba para ello realizando todo el bien que podía; y por eso, cuando escuchó a su hermano, en lugar de encolerizarse con él, le dio prudentes consejos. Pero sólo consiguió que la ira de Caín aumentase.
         La envidia pudo más que los lazos que tiene que haber entre hermanos, y Caín se convirtió en un volcán de odio hacia Abel. Nada podía disuadirle, y se sentía cada vez más miserable y humillado, Aprovechó un momento de desatención, y mató a su hermano. La vida abandonó el cuerpo de Abel, y fue el primer ser humano en morir; y, además, murió asesinado por su propio hermano.
         Cuando Adán echó en falta a su hijo menor, salió en su búsqueda, pero no lo encontraba. Preguntó a Caín, y este le respondió: “No sé dónde está. Yo no soy su protector”. Entonces, Adán adivinó lo que había pasado y una enorme tristeza se apoderó de él. Había perdido para siempre a su hijo, pero, a la vez, se apoderó de él una intensa piedad por Caín, el asesino, que también era hijo suyo. Decidió entonces callarse, y volvió apenado junto a Eva, sin saber qué hacer.
         Caín se dio cuenta de que había cometido un crimen, que su acto era imperdonable, y se apoderaron de él la angustia y el desasosiego. Quiso esconder el cadáver de su hermano, pero no sabía cómo hacerlo. Lo cargó sobre sus espaldas, y buscó algún lugar apartado donde dejarlo para que nadie, ni Allah tan siquiera, lo vieran nunca. Llevó el peso del cuerpo de Abel durante mucho tiempo, y la fatiga empezó a desesperarlo. Además, la carne de su hermano empezó a pudrirse y el olor era insoportable.
            Allah quiso entonces proteger la dignidad del cadáver de Abel. Hizo que dos cuervos se pelearan delante de Caín, y uno mató al otro. El cuervo vencedor se puso a cavar con su pico un agujero en el suelo, y a continuación enterró el cuerpo de su compañero. Caín aprendió así lo que debía hacer, pero se dio cuenta también de la maldad de sus actos. No había evitado que Allah supiera lo que había hecho, y Allah ahora le revelaba cómo dar sepultura a Abel, devolviéndolo a la tierra de la que el ser humano ha salido, y Abel quedaba con ello dignificado. Y todo ello, Allah se lo había enseñado en el comportamiento de un cuervo, que demostraba más nobleza y sabiduría que el propio Caín. Caín dijo: “Soy un miserable, aún más vil que un cuervo asesino, que me ha enseñado que debo enterrar a mi hermano”.


LA HISTORIA DE NOÉ


El pueblo de Noé (a.s.) adoraba a los ídolos desde los confines del tiempo. Tomando por tales, a aquellos ídolos a los cuales pedían el bien, y por los que creían expulsar el mal. Les confiaban todo en la vida, adjudicándoles diferentes nombres: Tandót Out, Souá e Iagouz, Tantót Yaquq y Nasr; aquellos que la ignorancia les inspiraba. Entonces Allah les envió a Noé (a.s.), hombre de palabra elocuente, moderado y paciente en extremo. Allah le había dotado con el poder de la convicción y la riqueza de argumentos. Noé (a.s.) transmitió a su pueblo el mensaje de Allah, aunque fue rechazado con desprecio. Les informó del castigo de Allah, a lo que ellos, se volverían sordos y ciegos. Intentó seducirlos anunciándoles la recompensa de Allah, pero con gestos arrogantes se taparon los oídos. Aun así luchó y discutió con ellos, volcando toda su paciencia en ellos, hasta que se le agotaron los argumentos y la paciencia. Pero la esperanza de que ellos pudieran acercarse a Allah persistía en él, cerrando su corazón al camino de la desesperación. Al contrario, perseveró en sus discursos, se empecinó en comunicar el mensaje de Allah haciéndolo de noche y día, en secreto y públicamente. Noé, (a.s.) conseguía atraer su atención al comunicarles el secreto de la existencia y el surgimiento de la creación:  “Una oscura noche en el cielo del zodíaco donde nada la luna, y el sol que brilla sobre la tierra, donde brotan los arroyos y germinan las plantas y los frutos. Todo ello habla claramente, y da pruebas innegables sobre la existencia del Uno, Único, Allah, y de un poder formidable y sin igual”.
    Y de esta manera, Noé (a.s.) siguió su lucha, discutiendo y presentando pruebas que les convencieran, hasta que un pequeño grupo creyó en él y respondió a su llamada declarando verídico su mensaje.
En cuanto a aquellos a los que Allah había colocado un sello sobre sus corazones, la desgracia acaeció sobre ellos, y no se dejaron guiar. En su pueblo habían nobles acomodados en lo más alto de la sociedad que se unieron en connivencia, burlándose de él y menospreciando sus intenciones. Le dijeron: “No eres más que un mortal como nosotros y uno de los nuestros. Si Allah hubiese querido enviar a un mensajero, habría enviado a un rey. Nosotros lo habríamos escuchado, y respondido a su llamada. Sólo tienes por adeptos a la hez del pueblo, a los hombres de las profesiones más mediocres, y de las castas inferiores. Ellos se dejaron arrastrar sin llegar a reflexionar profundamente, sin pensar demasiado en sus actos, ni madurar sus ideas. Si verdaderamente fueras como dice esa gente, un buen augurio para los que nos han precedido; nosotros que somos más inteligentes y poseemos el don de la clarividencia y sabiduría espiritual, nos habríamos adelantado a tomarte como guía”.
La discusión y las controversias se encarnecieron, haciéndole a Noé (a.s.), las siguientes afirmaciones: “Noé, no nos parecéis ni tú ni tus camaradas, superiores a nosotros, ni en inteligencia, ni en perspicacia. No sois mejores administrando los bienes terrenales, y ni conocéis su fin; os tomamos más bien por impostores. Noé (a.s.) les respondió: “Qué pensaríais si me basara en una prueba irrefutable de mi Señor, con la que concediese su  gracia y misericordia y que confirmara mi mensaje; una prueba que ha permanecido oculta a causa de vuestra ceguera. Verdaderamente intentáis ocultar el sol a los necesitados y cubrís las estrellas de sus manos. Voy a obtener un poder y a imponéroslo para llevaros a creer en mi misión”. Respondieron: “Noé, si deseas para nosotros enseñarnos la buena dirección, y conducirnos al triunfo, si quieres para nosotros la victoria y el poder, entonces, abandona esos entresijos que has seguido. Aléjalos de tu grupo, prívales de tu protección. No podemos seguir su camino e imitarlos, nos resulta insoportable que se nos compare con ellos por sus creencias. ¿Cómo vamos a conformarnos con un din (el Islam), que iguala a nobles y obreros, reyes y gente común del pueblo”.
Noé (a.s.) contestó: “Este es un mensaje abierto y comprensible para todos. Es igual para el perezoso, el célebre, el insignificante, los ricos; y todos están al mismo nivel que los pobres, tanto jefes como sus súbditos. Suponed que accedo a vuestros caprichos y que los expulso para daros ese placer, ¿con quién podría contar para extender el mensaje de Allah y dar fuerza a su llamada?, ¿cómo puedo abandonar a las personas que lo sostuvieron, mientras que vosotros me abandonabais? Mis palabras se han vertido durante el camino en todos los corazones, aunque de vosotros no he recibido nada más que rechazo y negación de todo lo que invita a creer en Allah. Además, ¿cual sería mi actitud ante Allah hacia los que me siguieron, si me vuelven la espalda y buscan la discordia, si se quejan ante Allah de que les pagué su bondad con ingratitud y su caridad con la ignorancia? ¡Vosotros sois realmente un pueblo ignorante!.
Cuando la discusión tomó fuerza entre ellos, el espacio de desacuerdo se extendió, y con el cansancio perdieron la paciencia diciéndole entonces a Noé (a.s.): “¡Noé! Nos has contravenido con abundancia, danos ahora lo que nos prometes si eres de aquellos que dicen la verdad”. (Corán Hud-32)
Noé (a.s.), burlándose de ellos les dijo: “Sois exagerados en cuanto a ignorancia se refiere, y superáis el límite de la idiotez. ¿Quién soy yo  para traeros el castigo o preservaros del mismo?, no soy más que un ser humano como vosotros, a quien le ha sido revelado que no hay otra realidad que Allah. Tan solo debo comunicaros lo que se me ha ordenado, unas veces os acercará a la recompensa y otras os informará del castigo. Todas las cosas regresan a Allah, y si Él lo quiere, os guiará, y, si lo quiere, acelerará vuestro castigo. Si Él lo desea, trasladará vuestro castigo nada más que para agravarlo y volver vuestra desdicha más grande.
Los profetas han sido agraciados con la indulgencia hacia aquellos que obran con astucia; y de extrema paciencia en el esfuerzo que implica su lucha, que significa realizar a la perfección su misión. Allah, asimismo los dotó con la sabiduría y la resistencia, con el fin de que la gente no tenga ni argumentos, ni excusas  que oponer a Allah tras la llegada de los profetas.
Noé (a.s.), era uno de los profetas con más determinación. Él vivió entre los suyos 950 años, soportando su maldad, resistiendo sus burlas, acechando la menor luz de esperanza y esperando de su parte un signo de aceptación del Islam.
Pero los días pasaban y no hacia otra cosa que acrecentar  más su arrogancia y repulsión a su misión. El filo de la esperanza estaba a punto de romperse, y el futuro se presentaba oscuro.
Noé (a.s.) buscaba refugio en la cercanía de su Señor, pidiendo asilo y asistencia. Compadeciéndose de aquellos ante los cuales había sido impotente, y de los que no esperaba un punto de credulidad. Allah le reveló: “Que en lo sucesivo no tendría nuevas conversaciones, exhortándole a no lamentarse más por la conducta de su pueblo” (Hud.-36).
Noé (a.s.) entonces ejecutó la palabra de Allah, que era ley para él. Allah quería que nadie más creyera. Él les había impuesto un sello sobre sus corazones, cerrándolos herméticamente. Ellos no se plegaban a las pruebas presentadas y no se dejaban conducir por el mensaje revelado. Entonces Noé (a.s.) perdiendo la paciencia dijo: “Señor, no dejes subsistir sobre la tierra a ningún infiel, ya que si los dejaras, ellos extraviarían Tus asuntos y no engendrarían nada más que asuntos perversos e impíos (Corán Noé:26,27).
Allah le concedió su deseo y le revelo la construcción de un arca bajo Su supervisión y siguiendo Sus planes, además de que dejara de apiadarse de los incrédulos, ya que perecerían ahogados.
Entonces Noé (a.s.) se instaló en un lugar lejos de la ciudad, preparó las planchas de madera y las tuercas y se puso manos a la obra. Sin embargo, no pudo huir de las burlas y el sarcasmo de su pueblo.
 Algunos le decían: “¿O Noé, ayer pretendías ser  un mensajero y un profeta, cómo es que te has convertido en carpintero? Te has cansado de la profecía, o has sentido una cierta predilección por la carpintería?”.
Otros lo alternaron con burlas: “¿Cómo podrá tu buque navegar lejos por mares y ríos? Has preparado bueyes para  arrastrarlo, o cuentas con el viento para llevarlo?”.  Pero no tuvo en cuenta ya su sarcasmo, y continuó impasible ante sus burlas. Les dijo: “Hoy nos ridiculizáis, aunque no tardaremos en ridiculizaros a nuestra vuelta, pronto lo sabréis porque se prepara un castigo cruel en este mundo y un suplicio eterno reservado en el otro” ( Corán, Hud: 38-39).
Luego se volvió hacia el navío, montando las planchas, uniendo sus partes, hasta que el navío se construyó de tableros y tirantas de hierro. Noé (a.s.) entonces esperó 1a orden de Allah que le reveló: “El día de nuestro decreto llega a su ejecución, cuando nuestras señales aparezcan, ve sobre el arca, y embarca allí a todos aquellos de los tuyos que han creído, así como una pareja de cada especie, y espera de Mi una nueva orden”.
Entonces, las puertas del cielo se abrieron y las fuentes brotaron por toda la tierra. El nivel de agua alcanzó las colinas más altas, invadiendo todos valles y sus pendientes. Noé (a.s.) acudió al arca, llevándose con él lo que Allah le había pedido, como animales, personas y plantas. Y el barco zarpó: navegando y llegando a puerto con el nombre de Allah, unas veces balanceándose al ritmo de un viento ligero, y otras levantado por tornados. Las aguas se abrían para tragarse a los infieles y la espuma les servía de tumbas. Los incrédulos se encarnizaban contra la muerte, pero la muerte los acechaba. Combatían las olas, pero las olas los absorbían. Al final el agua los enterró como a un secreto el corazón.
Alzándose sobre el puente del navío, Noé (a.s.) vio a su hijo Kanaan, victima de su infortunio, había combatido a su padre desviándose de la creencias del mismo, y ahora luchaba contra las olas, intentando encaramarse a una montaña que lo salvara o una colina donde encontrar refugio. Pero la muerte lo acechaba, su ahogamiento estaba anunciado. El corazón de Noé (a.s.) se encogió, la compasión lo atenazó  y su amor y el cariño para sus hijos se desataron. El lo llamó, esperando que esta llamada alcanzara su corazón y conmoviera su fe, o al menos afectara a su sensibilidad para que renunciara a su extravío. Le dijo: “Donde vas hijo mio. Huyes de la decisión y la predestinación de Allah. Ven al barco como creyente, podrás reunirte con tu familia y salvarte, (O hijo mío, sube con nosotros. No permanezcas con los incrédulos) [ Corán, Hud-42 ].
Pero estas palabras no consiguieron tocar el alma de su hijo y no pudieron atravesar su corazón. Él se creía capaz de evitar el infortunio y de escapar al destino y dijo: “Déjame (me refugiaré sobre una montaña para escapar a las aguas) [ Corán, Hud-43 ].”
Noé (a.s.) encogido de dolor, vencido por la pena, le respondió: “Hijo mío, (Nadie escapará hoy al decreto de Allah, si no es por efecto de Su clemencia) [Corán Hud-43 ]."
 Pero una ola los separó, y no pudo ver más a su hijo, carne de su carne, corazón de su corazón. Un dolor insoportable lo poseyó, y volviéndose hacia Allah, refugio de todo afligido,  angustiado, solicitó: "(Señor, mi hijo es de los míos) [Corán Hud-45], Tu has prometido - y Tu promesa es justicia- que me salvarías, así como a los que creyeron de mi pueblo – Tu eres es el más justo de los jueces”.
Allah le reveló: “Noé, él no es de tu familia, ni de los más próximos de tu tribu. El ha sido victima de su mal destino, merece por ello ser llamado incrédulo. No puedo considerar que forma parte de tu familia sino a los que creyeron en ti y en tu mensaje, y que respondieron a tu llamada. Los de allí son tu verdadera familia, para la que prometí la salvación, y asegurarles una vida segura. (Ya que teníamos el deber de amparar a los creyentes) [Corán Rum-47 ]”.
En cuanto a él, que negó tu mensaje y desmintió la palabra de Allah, ya no forma parte de tu familia, y se excluye de tu intercesión, tanto si es cercano a ti por parentesco o genealogía, dirigiéndose seguramente hacia su muerte. Esta próximo al final ineludible, pero si él se refugia sobre una montaña donde toma asilo entre los suyos. Que esté en adelante en guardia a la hora de pedirme lo que no debes saber, o de discutir conmigo de lo que ignoras (Yo te he informado para no dejarte entre los ignorantes) [Corán Hud-46].”
Noé entonces consideró que la ternura le había desviado de la justicia y la piedad le había cubierto la razón. Tendría que tender las manos y alabar a Allah por la concesión con la que los había gratificado, a él y los creyentes de su pueblo, también por el final que los incrédulos habían sufrido. Entonces Noé (a.s.) se dirigió a su Señor, arrepintiéndose de su error, pidiendo refugio contra Su cólera. Él le dijo: "(Señor, perdóname si te he preguntado sobre aquello que no debo saber." Si no me perdonas y no me concedes Tu misericordia, estoy perdido) [ Corán  Hud-46 ]”.
 Una ola lo separó de su hijo, el cual se ahogó. Finalmente cuando la voluntad de Allah se realizó, el cielo se aclaró, y las aguas se retiraron, encallando el arca sobre el monte Joudy, entonces los que habían sobrevivido al diluvio dijeron: "lejos de nosotros queda la gente injusta". Entonces se le comunicó a Noé (a.s.): "Desembarca en paz, con aquellos que te han seguido de tu pueblo. Que la bendición os acompañe,  y que la protección de Allah os envuelva”.


LA HISTORIA DE HUD


        El país de los 'Ad se hallaba en la región comprendida ente el Yemen y Omán. Allí vivieron durante un cierto periodo de tiempo con desahogo y saboreando bonanza de la vida. Allah les había gratificado con numerosos favores y beneficios. Ellos hicieron brotar arroyos, cultivaron la tierra, sembraron jardines y erigieron palacios. Además, Allah los había provisto de unos cuerpos vigorosos de  alta estatura; habían sido pues, favorecidos más que cualquier otro mortal.
        Sin embargo, jamás se plantearon preguntarse sobre el secreto de la existencia, ni se molestaron en conocer el origen de sus dones, lo más equivoco que sus pensamientos pudieron albergar y donde creían sentían cómodos, era creando y adorando a sus ídolos. Los tomaban por dioses y ante ellos se postraban, frotándose los pies y la cara con la tierra. Les agradecían cada bien que recibían y acudían a pedirles socorro por todas las desgracias que sufrían. Además, sembraron el desorden sobre la tierra. Las mayores humillaciones e injusticias recaían sobre los más débiles y los ancianos.
        Allah quiso entonces dirigir a los poderosos de entre ellos y concederles la fuerza a los más débiles, educar sus espíritus y suprimir los velos de la ignorancia que cubrían sus ojos. Con este fin, Allah decidió enviarles un profeta de entre los de su propia nación, para que pudiera hablarles en su mismo idioma y hacerse comprender. El debía guiarles hacia Allah y demostrarles la inutilidad de aquello a lo que adoraban, actuando con compasión y generosidad.
        Hud (a.s.) había nacido en una de las familias nobles de los 'Ad, y se había hecho notorio cultivando su sabiduría con el derecho, siendo de carácter indulgente. Allah lo escogió para llevar su verdad confiándole su mensaje. Tal vez él pudiera guiar sus almas extraviadas hacia el camino recto.
        Hud (a.s.) obedeció la orden de Allah y se encargó de Su misión, armándose de aquello con que un profeta puede armarse. Su determinación podía allanar montañas y su sabiduría era garantía de triunfo sobre los ignorantes. Se dedicó pues a criticar a sus ídolos y a envilecer su adoración. Él les decía: "Oh pueblo mío, ¿que son esas rocas que esculpís, podéis adorarlas y buscar en ellas refugio? ¿Que mal pueden causar ellas o en que os pueden favorecer atrayendo vuestra atención? ¿En qué pueden ser útiles o perjudiciales? No os aportan ningún bien y no pueden protegeros de ninguna desgracia. Subestimáis vuestra inteligencia y ponéis vuestro honor en entredicho. No hay más verdad que Allah, el único que debe ser adorado y que es digno de que os giréis hacia Él. Es Allah el que os ha creado y concedido la prosperidad. Solo Él puede haceros vivir o morir. Es Allah el que os hace reinar sobre la tierra y quien ha hecho crecer las cosechas, al igual que únicamente Él ha hecho de vosotros personas vigorosas. Igualmente a sido Él quien a bendecido vuestras fortunas. Creed en Él, y guardaros de corromper la verdad, o enorgulleceros ante Allah. Sufriréis entonces lo que el pueblo de Noé sufrió, no hace tanto tiempo de ello".
        De esta forma Hud (a.s.) predicó entre su pueblo, esperando que sus palabras alcanzaran el fondo de sus corazones y esto les llevara a convertirse, o que sus palabras abrieran un camino hacia sus espíritus para que pensaran en el camino recto y los siguieran. Pero lo único que vio en ellos fue la pasividad de sus pasivas caras y ojos despavoridos.
        Acababan de oír por primera vez en su vida ese discurso, sus palabras no les eran nada familiares y le contestaron: "Que significa tu discurso, es que divagas? ¿Como es que quieres que adoremos a Allah y no le asociemos nada. Nosotros adoramos a los ídolos por que ellos nos acercan a Él, y porque interceden en favor nuestro cerca de Él".
        Entonces Hud (a.s.) les dijo: "Allah es uno y no tiene asociación, adorarlo exclusivamente a Él es el espíritu de su Dîn y su esencia, y constituye el corazón y el cerebro. Allah está próximo, tan solo a dos dedos de vosotros. En cuanto a las estatuas que adoráis y por las cuales creéis agradarle, para que por ellas os conceda sus favores, ellas no hacen más que apartaros de Allah, aunque penséis que ellas os acercan más. Vuestros ídolos son la prueba de vuestra ignorancia respecto de lo que pretendéis saber y comprender".
        Entonces apartándose de Hud (a.s.) le replicaron: "Tu estas aturdido y aquejado de debilidad mental. Envileces nuestras adoraciones y criticas lo que hemos heredado de nuestros padres. ¿Qué haces entre nosotros? ¿Y qué te distingue de nosotros? Comes lo que nosotros comemos, y bebes como nosotros lo hacemos. Vives tu vida de la mismo manera que la nuestra. ¿Porqué Allah te eligió para difundir su mensaje? No eres más que un impostor".
        Hud (a.s.) les respondió: "No estoy aquejado de debilidad mental al igual que no soy un idiota. He vivido entre vosotros mucho tiempo y jamás me habéis contradicho ni acusado de idiota. ¿Porqué os asombráis al ver llegar hacia vosotros a uno de los vuestros, encargado por Allah de advertiros y difundir su mensaje entre vosotros. Al contrario, lo que sería extraño, es que las gentes se perdieran sin un mensajero que les guiara, viviendo en un desorden completo, sin ninguna barrera moral. Sin embargo, no he todavía desesperado en cuanto a vuestra conversión, y aun puedo esperar con paciencia de entre vosotros más afrentas. Pensad razonablemente y descubrid por vosotros mismos la verdad. Descubriréis sin lugar a dudas que Allah es único en toda cosa y el origen del milagro del universo, de las criaturas extrañas, del giro de los astros o el brillo de las estrellas. Toda cosa posee un signo que indica que Allah es único. Entonces creed en Él e implorar su perdón. Él os enriquecerá desde el cielo con abundantes lluvias y acrecentará vuestras fortunas y poder con otras. No abandonéis la vida en esta tierra como rebeldes. Y sabed que después de vuestra muerte seréis resucitados. Quien ha hecho el bien, eso será en su provecho, y quien hizo el mal, será en su detrimento. Entonces aprestaros y preparaos para vuestro fin. Os he comunicado el mensaje del cual he sido encargado, no soy nada más que un advertidor exponiendo claramente las cosas".
        Ellos le contestaron: "Sin duda unos de nuestros dioses ha deseado tu mal y a atacado tu razón trastornándote el espíritu. Divagas con palabras que no son verdaderas excepto para ti, y que no afectan nada más que a tu razón. Si no ¿qué ocurría por arrepentirse para que Allah envíe la lluvia, aumente nuestra fortunas o nos hagas más poderosos? ¿Cual es ese día de la resurrección donde pretendes que seamos resucitados después de que nuestros cadáveres se descompongan y pudran? ¡Está lejos lo que pretendes y prometes! Únicamente poseemos nuestras terrestres vidas, vivimos y luego morimos, no hay nada aparte del tiempo que pasa y nos destruye. Además, ¿cual es ese suplicio del que nos adviertes y quieres prevenir? No renunciaremos a la adoración de nuestros ídolos. Que se realicen entonces tus amenazas si de verdad eres sincero".
        Cuando Hud (a.s.) percibió la obstinación en su contestación, les dijo: "Tomo a Allah por testigo de que he transmitido su mensaje sin negligencia alguna y que he luchado sin vacilar por temor alguno. He perseverado en su mensaje y en la lucha. No he temido ni vuestra fama ni vuestro poder. Podéis conspirar si queréis en mi contra. Yo me refugio en Allah, mi Señor y el vuestro. No existe ni una sola criatura que no viva por su magnificencia, mi Señor está en el buen camino".
        Hud (a.s.) continuó con su misión, y las gentes de los 'Ad persistían en apartarse de él, hasta que un día, divisaron una nube gris en el cielo. La observaban mientras que otras acudían a mirarla. Exclamaron: "¡Es una nube que anuncia la lluvia! Por lo que se dispusieron a recibirla yéndose a preparar los campos, pero Hud les dijo: "Esta no es una nube que os vaya a aliviar, sino todo la contrario, es un viento que trae la venganza que habéis estimulado. Es un viento que traerá un gran sufrimiento. Entonces les embargo un gran miedo por el temor a la pérdida de sus animales, sus vidas y la integridad de sus viviendas.
        Cuanto del viento los alcanzaba, los arrastraba y arrojaba lejos de los lugares en los que se encontraban, fueron entonces presa del terror y espantados, acudían a refugiarse en sus casas pensando que eso les salvaría. Pero la catástrofe se había generalizado y la desgracia a todos les llegó. El viento que arrastraba la arena del desierto duró siete noches y ocho días consecutivos,  aniquilando en su paso la nación de los 'Ad. Sus sombras y su recuerdo desaparecieron y no formaron más, parte de la historia (Y tu Señor no destruirá todas las ciudades mientras que sus habitantes quieran reformarse. Corán, Hud -117).
        En cuanto a Hud (a.s.), sus compañeros y aquellos que creyeron en él. Todos se refugiaron cerca de Hud (a.s.), quedándose inmóviles mientras el viento alrededor de ellos silbaba y esparcía la arena. Permanecieron quietos y tranquilos, hasta que el viento amainó y la atmósfera volvió a estar en calma.
        Después de todo esto, Hud (a.s.) se trasladó hacia Hadramut, donde permaneció el resto de su vida.

LA HISTORIA DE SALIH


        El pueblo de los 'Ad habia desapareció a causa de su incredulidad y mal devenir, por lo que Allah legó entonces al pueblo de los Zamud sus tierras y viviendas. Trabajaron en ellas, modificando el curso de los ríos para poder regar campos y jardines, aumentando el valor de las mismas. Esculpieron sus casas directamente sobre la pared de las montañas, poniéndose así al abrigo de la intemperie. La vida les resultaba cómoda, aumentando sus cuotas de lujo y bienestar. Sin embargo, no eran agradecidos con Allah, y no lo alababan por su rahma bienhechora. Al contrario, continuaron sembrando el desorden y la corrupción sobre la tierra, enorgulleciéndose aun más de su alejamiento de la justicia. Adoraban a ídolos a los que asociaban a Allah, corrompiendo así sus signos. Creyendo que así vivirían eternamente, preservados de todo mal y disfrutando de lo mejor de la vida.
        Entonces Allah les envió como profeta a Salih (a.s.), que provenía de una noble familia y que destacaba por su serenidad de su espíritu y gran paciencia. Él (a.s.) invitó a los Zamud a adorar únicamente a Allah sin ningún tipo de asociación. Ya que fue Allah quien los hizo surgir de la arena de la tierra que antes Él había creado, declarándolos después sus herederos. Allah les prodigó con sus favores aparentemente ocultos, prohibiéndoles adorar a otro que no sea Él, y abandonar a los ídolos por ellos creados que ni puedían serles útiles ni perjudicarles, ni servirles de algún auxilio.
        Salih (a.s.) les recordó los lazos de parentesco y genealogía que les unían, ya que ellos constituían su nación, y les demandaba su interés sin desearles daño alguno. Por lo que Salih (a.s.) les mandó pedir disculpas a Allah delante de él, por las trasgresiones que habían cometido, ya que Allah en todo momento está próximo a aquel que lo invoca, y responde a quien le llama, escuchando a los que se remiten a Él.
        Pero sus oídos ensordecieron, sus corazones se cerraron y su visión se cegó. Se burlaron de su mensaje con la excusa de éste se encontraba apartado de la verdad. Le censuraron por su misión  y le reprendieron por el echo de decir que el venía de parte de Allah, cuando ellos lo tenían por una persona serena y justa. Le dijeron: " Salih, te hemos conocido como a una persona de espíritu sereno y de justa opinión. Los signos propios de la virtud aparecen en ti, así como los indicios de la sensatez. Nosotros te resguardábamos para las tempestades de la vida, para que disolvieras sus tiniebla con la luz de tu inteligencia y resolvieras nuestras dudas con tu sano juicio. Deseamos que seas nuestro socorro cuando llegue una desgracia o una catástrofe nos acaezca. Pero he aquí que te diriges a nosotros en un tono inconveniente, actuando indecentemente. ¿A qué nos invocas? ¡Nos prohíbes adorar lo que adoraron nuestros padres, nosotros no estamos habituados a eso, hemos crecido así!. Dudamos de aquello a lo que tu nos invitas, pues es sospechoso, y no nos tranquilizan tus palabras, ni nos inspiran confianza la sinceridad de tu llamada. No dejaremos de lado aquello que nuestros padres tenían por costumbre hacer, para seguir tus fantasías y delirios.
    Salih (a.s.) les advirtió sobre el echo de desobedecerle y les trasmitió su mensaje. Les recordó los beneficios con que Allah los había prodigado, amenazándoles con Su fuerza y Su poder. Les probó que él no buscaba satisfacer ningún interés personal oculto y que no aspiraba a beneficio alguno o pretender un puesto de poder. Salih (a.s.) no pedía recompensas ni gratificaciones por sus consejos o las conversiones que consiguiera, ya que su sustento sólo incumbía a Allah. Por todo ello, él únicamente buscaba calmar toda duda que pudiera turbar sus espíritus.
        Un pequeño y débil número de personas de su nación creyó en él. En tanto que aquellos que detentaban el poder, se enorgullecieron en su obstinación, aferrándose a la adoración de sus ídolos, persistiendo en su tiranía. Le dijeron a Salih (a.s.): " Tu espíritu está trastornado y no razonas, creemos que estás poseído por un espíritu maligno, siendo victima de una poderosa magia. Divagas respecto de aquello que ignoras, hablando de cosas que ignoras. No eres nada más que un mortal como nosotros, tu familia no es más noble que la nuestra, ni tienes una mejor posición social que la nuestra, ni tienes una mayor fortuna o dignidad que la nuestra. Todo esto nos hubiera permitido merecer más que a ti la transmisión de la profecía. ¿Qué es lo que te ha llevado a tomar ese camino e ir por esa vía, acaso no es otro tu deseo y tu aspiración, que el que te glorifiquemos y gobiernes entre nosotros?.
        Intentaron apartarlo de su Dîn y su misión, sugiriendo que entonces le seguirían y volverían sobre el camino recto, yendo al encuentro de la vía correcta. Salih (a.s.) permaneció indiferente frente a sus injusticias, sin prestar oídos a su hipocresía, diciéndoles: "Oh pueblo mío, ¿qué puedo hacer? fui comisionado hacia vosotros con las pruebas de mi Señor y el poder de Su rahma, si tomo vuestro camino y desobedezco a mi Señor, ¿quién me protegerá y salvará de su castigo? ¡No sois más que unos mentirosos!".
        Cuando el pueblo de Salih (a.s.) comprobó que su obstinación le hacía permanecer firme en sus posiciones, los más destacados de entre ellos temieron que hubieran más personas que creyeran en él y le prestaran su colaboración. Les dolía el que Salih (a.s.) pudiera ser el que gobernara a su pueblo, y les sirviera de refugio contra toda desdicha esclareciendo sus caminos; en ese caso, las gentes se apartarían de ellos y se sintirian seguros con él en todo propósito, confiándole entonces todos sus problemas. Salih (a.s.) sin duda les guiaría de forma que los acercara a Allah, prohibiéndoles todo aquello que les alejara de Él. Los poderosos de entre los Zamud creyeron que les llegaba el fin de su reinado y el debilitamiento de su poder, por lo que quisieron mostrar a las gentes la incapacidad de Salih (a.s.). Le pidieron a Salih (a.s.) que les presentara un signo que probara la sinceridad de aquello hacia lo que les invitaba, un hecho prodigioso que justificara su mensaje. Salih (a.s.) les dijo entonces: "Aquí hay una camella que tiene derecho a su parte de brebaje tanto como vosotros, dejadla pastar en las tierras de Allah".
        Las gentes nunca antes habían visto a un camello apropiarse de su agua, ni tenían por costumbre que un camello les precediera a ellos a la hora de beber.
        Salih (a.s.) que había adivinado su obstinación en la incredulidad y su empecinamiento en el mal, supo que todo el que niega teme la justificación de los argumentos por su adversario, así como la presentación de sus pruebas; por lo que  revelaría su cólera y rencor enterrado contra la fuerza de las pruebas de su oponente. Entonces Salih (a.s.) temiendo que mataran a la camella les previno contra el que la dañara, diciéndoles: "Guardaos de hacerle ningún mal, o adelantareis vuestra ruina".
        La camella permaneció entre ellos un cierto tiempo, nutriéndose de las tierras de Allah, abrevándose del agua, un día sobre oto. Su presencia había sin duda hecho inclinarse a algunos de su pueblo, ya que vieron en ello la sinceridad de su misión y se convencieron de lo real de su profecía. Sin embargo eso preocupó a los arrogantes de su tribu que temieron que su influencia desapareciese y que su poder fuera aniquilado. Entonces les dijeron a los que habían sido iluminado por el resplandor del mensaje de Salih (a.s.): "¿Sabéis si Salih ha sido realmente enviado por su Señor?. Ellos le respondieron: "Creemos en su mensaje". Pero los engreídos no se doblegaron ante la evidencia y su furia no se calmó. Al contrario, proclamaron su infidelidad y negativa diciendo: "abjuramos de aquello en lo que vosotros habéis creído".
        La camella mientras tanto se mostraba a todos como un animal físicamente desmesurado, tanto así, que todos los rebaños de cabras y camellos, le tenían pavor. Temían su presencia entre ellos pues les impedía el acceso al agua cuando mayor necesidad de ella tenían, hasta que fue reservado un día para que ella bebiera y otro diferente para que lo hicieran el resto de los animales.
        Los Zamud que persistían en su negación de los signos de Allah, y en su arrogancia frente al mensaje de Salih (a.s.), veían que la camella representaba un gran peligro para su credibilidad frente a los que titubeaban, por lo que pensaron detenidamente y sopesaron repetidamente las consecuencias de un acto que pusiera en peligro la vida del camello. Temían matarlo, pues el miedo a que sobre ellos cayera la desgracia les hacía volver sobre sus pasos, decepcionados.
        Por lo que así permanecieron durante un tiempo, poseídos por las ansias de cometer una trasgresión, aunque impedidos por el temor que la misma les ocasionaba. Nadie osaba hacerle daño al animal o aprovecharse de él. Pidieron ayuda a sus mujeres para que usando su artes de seducción,  cautivaran con su belleza, a alguno que se ofreciera por ellas a asesinar al animal.
        Saduk bint al-Muhayya, se ofreció a Nasdaa ibn Mihay, a cambio de que degollara al camello. Tambien Unaiza, una vieja malvada, engatusó a Kadar ibn Salif, proponiéndoles a una de sus Hijas. Ambos respondieron a la llama que atizaba sus corazones y buscaron entre los hombres, quien pudiera ayudarles, respondiendo siete de entre ellos; por lo que se encaminaron hacia la camella, aguardando su aparición, cuando el camello acabó de abrevar Masdaa ibn Mihriÿ le tendió una trampa y le lanzó una flecha que alcanzó su pata. Kadar ibn Salif entonces se apresuró a golpearla sobre el jarrete, desplomándose el animal sobre la tierra, entonces Kadar la apuñaló en el cuello y la degolló. Creían que se habían desembarazado de una pesada preocupación y de una inmensa carga, por lo que regresaron a anunciar la buena noticia a sus amigos. Las gentes les acogieron como se acoge a un comandante victorioso o a un rey conquistador, les aclamaron y adornaron con coronas, gratificándolos con las más bellas menciones.
        Habían degollado a el camello desobedeciendo la orden de su Señor, tomándose a la ligera las amenazas de Allah. Gritaba: "¡Salih, realiza aquello de lo que nos amenazas, si es verdadero tu mensaje!".
        Salih (a.s.) les respondió: "Os había prevenido. Sin embargo, habéis trasgredido el mandato de Allah. Gozáis pues de tres días de plazo, después de los cuales, viviréis el suplicio y sufriréis el castigo. Es esta una promesa de ningún modo falsa".
        Posiblemente Salih (a.s.) les había precisado este dato para llevarlos a arrepentirse de su conducta y escuchar su mensaje. Pero las dudas subsistían en sus espíritus, y las ilusiones comandaban en sus corazones. No sacaron provecho de las advertencias y no se rindieron a la razón, creyendo que sus amenazas eran mentiras y sus advertencia falsedades. Perseveraron en su sarcasmo y le pifieran que adelantara sus maldiciones y ejecutara sus amenazas. Salih (a.s.) les respondió: "Pueblo mío, ¿porqué os apresuráis a anteponer las malas acciones a las buenas, en lugar de arrepentiros ante Allah con la esperanza de que os perdone?.
        Pero persistieron en su extravió, entregándose al mal, contestándole a Salih (a.s.): "Vuestra presencia, la tuya y la de aquellos que te siguen, lo que en realidad perseguís es volvernos pesimistas.
        Un pequeño grupo de los Zamud se reunió entosnces con el objeto de confabularse contra Salih (a.s.), por lo que juraron colarse en su casa aprovechado la oscuridad de la noche y sorprenderle mientras sus parientes, así como el resto de las gentes dormían, con el objeto de matarlo sin testigos a la vista. Por que acordaron mantener en secreto su propósito.
        Los que se confabularon contra Salih pensaban asesinarlo tanto a él como a su familia, creyendo que ello les preservaría del sufrimiento del inminente castigo. Pero Allah no les concedió más plazo, frustrando sus planes. Allah puso a salvo a Salih del complot y lo salvaguardó tanto a él como a los que creyeron en su misión e hizo llegar a los descreídos Su castigo, poniendo en ejecución Sus amenazas.
        A los Zamud no les salvaron ni sus palacios, ni las fortunas que habían atesorado. Salih contempló sus casas destruidas y sus cadáveres inertes y dijo: "Pueblo mío, os he trasmitido el mensaje de mi Señor y os he aconsejado lo mejor, Pero no habéis hecho nada con ellos (sura al-'arafa -47). Entonces Salih y los suyos se marcharon del lugar con el corazón constreñido por el dolor.

Historia de Ibrahim




Ibrahim y la prueba de la resurrección
          El pueblo de Babilonia gozaba de una vida próspera, y evolucionaba a la sombra de sus beneficios. Sin embargo, la gente se debatía en las tinieblas del desconocimiento. Tallaban estatuas con sus propias manos, a las cuales tomaban por dioses. Namrud Ibn Kanaan Ibn Kush estaba a la cabeza del poder en Babilonia. Era un gobernador absoluto y autoritario. Conocedor de la situación próspera en la que vivía su reino, de la autoridad de la que gozaba, y de la ignorancia de su pueblo, se declaró así mismo como un dios, incitando a la gente adorarlo. ¿Por qué no iba a obligarlos a doblegarse ante él, y pedirles que lo idolatraran y veneraran, si la ignorancia se encontraba extendida, las creencias viciadas y a la gente se hallaba en un extravío total? ¡No habían adorado a piedras que no podían responder y a estatuas que no podían ni ver ni oír y no les aportaban ni el bien ni el mal! Los cubría con bienes y rechazaba por ellos las desdichas. Podía transformar su pobreza en riqueza, en poderoso al humilde, y todo gracias a él, que poseía la fuerza y ejercía el poder sobre ellos.
En este entorno corrompido, en el pueblo Fidam Aram perteneciente a este reino, nació Ibrahim (a.s.), al cual Allah lo dotaría de sabiduría y guiándolo hacia la justicia. Ibrahim (a.s.) sería conocido por sus opiniones justas y por su perspicacia. Su Señor le reveló que no hay más verdad, más realidad que Allah (la ilaha illa Allah), el Dominador del universo y el Prevaleciente del mundo.
Ibrahim (a.s.) decidió incitar a su pueblo a adorar a Allah, y salvarlo del politeísmo y limpiar el barro de sus trasgresiones. Él (a.s.) se preparó con el objetivo de apartarlos de su extravío y devolverlos a la senda correcta.
El corazón Ibrahim (a.s.) estaba rebosante de amor a Allah y tenía absoluta confianza en el poder de su Creador. Creía en lo  que se le había revelado sobre la resurrección de las personas tras su muerte, y en el juicio en la otra vida de todos sus actos. Pero tambien confiaba en sus conocimientos y buscaba estar más seguro y ganar confianza en la misión que se proponía. Por lo que deseó ver una prueba clara sobre la resurrección; entonces pidió a su Señor que le mostrase cómo Él devolverá la vida a las personas resucitándolos antes de la degradación de sus cuerpos. Entonces Allah le preguntó: "¿no crees aún?". Ibrahim (a.s.) respondió: ¡"Si!" me revelaste Tus palabras, tuve la certeza y creí, pero quisiera verlo con mis propios ojos, para que mi corazón se tranquilice y mi certeza se reafirme".
Ya que Ibrahim (a.s.) sólo aspiraba contemplar y calmar su corazón, Allah le concedió su deseo. Le pidió que cogiera a cuatro pájaros, para estudiar sus partes y observar su constitución. Luego tenía que despedazarlos y dispersar las partes sobre cada montaña. Llamaría entonces a los pájaros, y éstos se apresurarían a acudir junto a él.
Cuando Ibrahim (a.s.) llevó a cabo esta orden, cada miembro despedazado de cada pájaro se incorporó a su similar, los órganos volvieron de nuevo sus lugares y la vida volvió a correr en ellos, devolviéndoseles su alma.  Los pájaros se dirigirían hacia él por el poder y la voluntad de Allah,  mientras Ibrahim (a.s.) observaba la evidencia de Sus pruebas y el poder extraordinario de Allah, que nada sobre la tierra o en los cielos puede coartar.
        Ibrahim (a.s.) había acabado con la vida de los pájaros, destrozando sus cuerpos con sus propias manos. Luego sus miembros y sus órganos se habían dispersado bajo su mirada. Pero cuando los llamó, éstos acudieron recomponiéndose delante de él. Tras esta experiencia Ibrahim (a.s.) no volvió a guardar ninguna duda sobre el poder de su Señor para resucitar a los muertos de sus tumbas. ¡La gloria sólo a Allah pertenece! Si Allah quiere algo, nada se lo impide, Él es el Poderoso, el Justo.

Ibrahim invita amablemente a su padre
Azar adoraba a los ídolos, era de los que los tallaban y hacían comercio con ellos. Era el más próximo a Ibrahim (a.s.) y el más merecedor de ser conducido hacia el camino del bien y el más digno de ser aconsejado lealmente. El amor filial obligaba a Ibrahim (a.s.) a dirigirlo hacia la vía correcta. Además, Azar era escultor de la ídolos, así como de los que invitaban a adorarlos.  Para Ibrahim (a.s.) el poder guiarlo significaba acabar con un propagador de la mentira.
 Ibrahim (a.s.) no comenzó la transmisión de la palabra de Allah a su padre, menospreciando a sus ídolos o criticando a sus dioses, pues temía que éste le tomara aversión y se negara a escucharlo, o le acusara de desobediencia e ingratitud. Al contrario, moderó sus palabras y le hablo de la mejor manera posible. Ibrahim (a.s.) comenzó su conversación mencionándole su profecía, con el objeto de atraer su simpatía y afectarle al corazón. Luego le preguntó que era  lo que le incitaba a confiar en los ídolos y adorarlos, dado que no escuchaban sus plegarias y sus cumplidos, ni veían su sumisión y veneración. Además, ésos ídolos ni podían rechazar las desgracias cuando se les pedía ayuda, ni podían aportar el bien cuando se les suplicaba.
Ibrahim (a.s.) tuvo miedo de que su padre se apartara de él por el menosprecio que pudiera provocarle y por la falta de sugestión de sus palabras, por lo que le dijo: "padre mío, se me a dado a conocer aquello que desconocías, y he recibido un conocimiento que a ti no ha llegado. No dejes de prestar atención a mi discurso, aunque no tenga tu rango y tu edad".
 Luego le suplicó que siguiera sus pasos y fuera sobre su camino, pues este era el camino verdadero y la vía justa. A continuación, quiso hacerle renunciar a sus estatuas y apartarle de la adoración de los ídolos. Entonces le explicó que si se confiaba a los ídolos y se sometía a ellos, en realidad adoraba a shaitan (una mentira sin consistencia verdadera) y lo ponía de su parte, á pesar de que éste hubiera desobedecido a su Señor y amenazado a la gente con extraviarlos. Shaitan está detrás de todo lo que nos desvía del  bien  y sólo persigue el mal y nuestra perdición.
El padre de Ibrahim (a.s.) se asustó por las consecuencias y el destino indeterminado que le esperaba, aunque Ibrahim (a.s.) lo tranquilizó asegurándole que el suplicio no le acecharía aunque se mereciera el castigo gracias a la bondad y cortesía que Allah había depositado en él, y por la liberación que él podía brindarle dependiendo de la sinceridad de su arrepentimiento.
Una vez que Ibrahim (a.s.) terminó de exponerle sus razonamientos y ofrecerle sus consejos, Azar se negó a escucharlo más, persistiendo en su negación de la unidad de Allah. Se revolvió contra Ibrahim (a.s.) groseramente y no hizo caso de su filiación,  rechazando el perdón hacia él. Encendido de ira le contestó: “¿Vas a ser ahora tu una de mis divinidades, Ibrahim? ¡Abandona tal aberración, cesa tu extravío y vuelve de nuevo a la razón, si no, te insultaré y te haré lapidar. Guárdate de mi cólera y no aumentes mi descontento. Te rechazo de por vida. No tienes lugar en mi casa, y no hallarás en mi corazón ningún lugar para la ternura o la caridad hacia ti!".
Ibrahim (a.s.) recibió las amenazas de su padre con paciencia y tranquilidad. Luego le respondió de una manera que expresara su amor filial y la honradez de sus consejos; y le dijo: "Adiós, intercederé sin embargo ante Allah por ti, ya que esa benevolencia nunca me ha faltado. Te  abandono tanto a ti como a las divinidades que adoras. Yo, invocaré a mi Señor, para que esto no signifique una pérdida". [ Corán, sura de Mariam,  47-48 ]".
Él se despidió, marchándose decepcionado y entristecido, ya que su llamada no había encontrado respuesta en su padre. Lo abandonó para no tener que prestarle ayuda en sus engaños y compartir sus mentiras.

Ibrahim destruye los ídolos
    A Ibrahim (a.s.) le pesó que la invitación que hizo a su padre a orientarse hacia el bien, no encontrara eco su llamada, o que por querer guiarlo hacia el, fuera abandonado. Pero esta falta cometida por su padre, y la frialdad que había puesto de manifiesto, no le impedía proseguir su misión profética, y no lo disuadía a desaprobar el politeísmo de las gentes y su adoración de los mismos. Al contrario, tomó la decisión de luchar y acabar con tales creencias, aunque ello le propiciara perjuicios o le acarreara la desgracia.
    Ibrahim (a.s.) era inteligente, perspicaz y ecuánime en sus opiniones. Se dio cuenta de que los argumentos y la pruebas que se limitaban a las palabras, tan claras como el día, no podían hacer brotar nada bueno que recolectar en una tierra estéril. Quiso entonces atraer las miradas de su pueblo, valiéndose de la perspicacia. Puede que así regresaran a la razón y abandonaran su extravío.
    A ellos les incumbía discutir con él. Les preguntó: "¿Qué adoráis vosotros?" Hablaron detenidamente de sus ídolos, presumiendo de su culto y elogiando su sumisión a ellas. Le dijeron: "adoramos a nuestros ídolos y les dedicamos nuestros cultos".
    La pregunta de Ibrahim tenía una intención y alcanzada el objetivo deseado. Él (a.s.) actuaba como el médico que intenta descubrir la enfermedad para prescribir el medicamento correspondiente, o como el juez que los lleva a reconocer su crimen, y con ello limita la argumentación y adjunta los diferentes puntos del conflicto en un único asunto. Si debilita la base, destruye los elementos y les prueba su nulidad, entonces serían convencidos por sus argumentos. No encontrarían más escapatoria que seguirlo, ni salida alguna para no obedecerlo.
    Volvió de nuevo a la carga, criticando la falsedad de sus opiniones y demostrando el error de sus creencias. Les dijo: “¿Estas estatuas os entienden cuando las invocáis, y os ven cuándo las obedecéis? ¿Os son útiles o os pueden dañar?”Todo lo que pudieron contestar fue: “Nuestros padres ya los adoraban" [Corán, sura de los profetas. Versículo 53 ].
Ellos admitieron que no entendían al invocador, y que por ello, no podían ni dañarle, ni servirle. Reconocieron que no adoraban a los ídolos por seguir el ejemplo sus de ancestros o imitar a sus progenitores. El hecho de que la gente mantuviera la práctica idolátrica de las estatuas y que sus ancestros siguieran el mismo ritual, les bastaba como prueba suficientemente, justificada y razonable. Consideraban la antigüedad de sus cultos, como la prueba que les otorgaba el derecho y el deber de glorificarlos.
Así de apartados se encontraban de la clarividencia del mensaje de Ibrahim (a.s.). Entonces les dijo: "Vosotros y vuestros progenitores estáis en un error manifiesto” [Sura de los Profetas aya 54]. Ellos le contestaros: "¿Denigras a nuestras divinidades, las insultas diciendo la verdad o bromeas?".
Ibrahim (a.s.) les respondió: "Os lo digo seriamente y no bromeo. He sido enviado hacia vosotros trayendo conmigo un Dîn verdadero y para indicaros la dirección correcta. Vuestro Señor, que es digno de ser adorado, creo los cielos y la tierra y es quien los dirige y moldea. En cuanto a las estatuas, éstas, no pueden aportar ni el bien ni el mal. No son más que piedras sordas y sólida madera, debéis pues, dejar de adorarlas y someteros a ellas. Y sobre todo, estad en guardia frente a las tentación de shaitan, pensad con vuestros cerebros y mirad con los ojos, puede ser que ellos os orienten. Es necesario que sepáis que yo os precedí, aparándome de su adoración, y si los ídolos pudieran causarme alguna desgracia, ya me habrían dañado.
Luego les demostró la maravillosa creación de Allah y el esplendor de Su poder, con el fin de que distinguieran Su sabiduría, y constataran la diferencia entre Aquel que los invitaba al camino recto, y aquellos que adoraban estatuas, que en ningún modo les satisfaría. Entonces dijo Ibrahim (a.s.): "No veis que los que adoráis y con anterioridad vuestros progenitores,  aparte de Allah "sois mis enemigos. Tan solo hay un dueño del universo. El que me ha creado y quien me dirige, quien me nutre y da de beber. Quién me cura cuando estoy enfermo. Quién me hará morir y me resucitará, quien, así espero, absolverá mis errores el día del Juicio Final" [ Sura de los poetas versículo 77-82 ].
Considerando que los argumentos no los habían convencido, y que no habían aprovechado sus advertencias; además de que se habían desviado de su camino y apartado de su llamada; cuando Ibrahim (a.s.) comprendió que sus oídos estaban cerrados y velados sus corazones, y que creían en sus ilusiones aferrándose en la adoración de sus estatuas, les deseó el mal y se juró destruir las estatuas, para que así vieran que éstas no les aportaban ni el bien ni el mal, y que no podían defenderse ni rechazar el mal, así como que no podían dañarles si olvidaban su adoración o beneficiarles si se prosternaban ante ellas para adorarlas.
La gente de su tribu tenía por costumbre celebrar una fiesta cada año. Pasaban algunos días fuera de la ciudad, después de haber puesto abundante comida en el templo, con el fin de que al regresar de la fiesta, pudieran comerla ya bendecida por sus divinidades.
Cuando fueron a salir para la fiesta, pidieron a Ibrahim (a.s.) que les acompañara fuera de la ciudad, pero él (a.s.) se negó, y rehusó seguir su camino. Había tomado la decisión de destruir sus ídolos. Fingió estar enfermo, aunque lo que le aquejaba era el pesar, ya que tenía el corazón apesadumbrado por la incredulidad de su pueblo. Por eso estalló en cólera, ya que no habían respondido a su llamada y no habían obedecido su mensaje.
Como temían a la enfermedad y a contagiarse, se apartaron de él (a.s.) y no atendieron a su invitación. Se fueron convencidos de la causa de su ausencia y satisfechos con su excusa; marchándose alegres a la fiesta.
La ciudad fue abandonada por sus habitantes, y el templo se quedó vacío, sin sacerdotes ni criados, todos habían salido de la ciudad, solo Ibrahim (a.s.) no les siguió. Cuando los alrededores quedaron despejados de miradas espías, volvió cerca de las estatuas y entró en el templo. Encontró un recinto lleno de estatuas y mucha comida esparcida a los pies de los fetiches. Les dijo a los ídolos en tono sarcástico: ¿"No coméis?" No recibiendo ninguna respuesta, por lo que les dijo: "¿Qué tenéis para no decir palabra alguna?" ¿De qué manera estas piedras podrían hablar, o razonar estas maderas?
Se puso a golpearlas con su mano y a darles patadas. La cólera se apoderó de él y cogiendo  un hacha y la abatió sobre ellas, rompiendo y destruyendo sus figuras de piedra y madera. Se ensañó contra ellas hasta que estas se volvieron fragmentos, transformándolas en una ruina, excepto a la más grande de entre ellas. Ibrahim (a.s.) la dejó a salvo para cuando la gente volviera y lo denunciaran por haber violado el templo y destruido sus estatuas.
Dejó las piedras de las estatuas dispersadas y los pedazos de madera extendidos por todo el recinto. Se alejó ellas, tranquilo, en paz consigo mismo por haber extirpado las raíces del error. Ibrahim (a.s.) se puso a observar lo que harían y cuál sería el efecto de su actos en sus corazones. Se preparó para responder a  las criticas que surgirían en la discusión que pronto se avecinaba hacia él.
Al volver de la fiesta vieron lo que sus divinidades habían sufrido. Quedando estupefactos ante la enormidad de lo veían, no saliendo de su asombro al encontrar sus ídolos rotos y sus elaboradas tallas de piedra destruidas. Exclamaron a gritos: ¡"Quién a hecho esto a nuestros ídolos! ¡Es injusto!". Alguien dijo: "Oímos a un hombre joven llamado Ibrahim hablar de nuestras divinidades," nos censuró por adorarlas y las despreció y degradó. Es él el que las atacó y destruyó".
Conocieron entonces 1a identidad de el que había atacado a sus ídolos y agredido a sus divinidades. Tomaron la decisión de inflingirle un castigo, tan grave como el delito que él había perpetrado. La gente enfurecida pedía que él estuviera presente bajo la mirada de los ciudadanos para que fueran testigos de sus justificaciones y vieran el castigo que le incumbiría.
Ver a su pueblo reunido en un único lugar, era el deseo que Ibrahim (a.s.), ya que así podría mostrarles todas las pruebas de la falsedad de sus creencias y la nulidad de los actos a los que se dedicaban.
La gente afluía y la muchedumbre se espesaba. Cada uno anhelaba el castigo de Ibrahim (a.s.) y quería estar presente durante su tortura. Conseguían con ello satisfacer sus espíritus sedientos de venganza. Lo pusieron en medio de la plebe y comenzaron su proceso ante ua turba que se corroía los dedos de cólera contra él. Le preguntaron a Ibrahim (a.s.): "¿Ibrahim as sido tu quien a hecho esto a nuestras divinidades?". Les contentó Ibrahim (a.s.): "Éste es el más importante de ellos. Preguntadle, si aun puede responder" (Sura de los Profetas - Versículo 63).
Ibrahim (a.s.) había puesto a prueba el poder de su mayor ídolo aun intacto, despertándolos de su somnolencia. Se pusieron a acusarse los unos a los otros diciendose: "Es por vuestra culpa, dejasteis a nuestras deidades sin un  supervisor ".
El desconcierto se apoderó de ellos y la asfixia les paralizó las lenguas, inclinaron sus cabezas y meditaron inmóviles, compartiendo sus ideas. Le dijeron: "¡Sabes Ibrahim que no pueden responder a una pregunta y poseer una respuesta!" ¿Entonces cómo nos pides que las interroguemos?" Admitieron su incapacidad para escuchar a los ídolos y saber lo que pasaba en torno a ellas, así como la apatía en la cual subsistían, privándoles del poder de rechazar a los agresores o detener los ataques de sus enemigos.
Ibrahim (a.s.) les reprendió por su ignorancia y tuvo lástima de su obstinación en permanecer en el error después de que la verdad había quedado clara. Ibrahim (a.s.) se irritó con su orgullo mantenido aún después de haberse hecho la luz. Les incitó a profundizar sobre aquello de lo que protestaban y reflexionar sobre lo que aclamaban. Les dijo: “¿Cómo, es que adoráis a otros ídolos y no únicamente a Allah, ídolos que no os pueden ser útiles ni dañaros? Deshonra para vosotros y todos los que adoráis  a otro que no sea Allah. ¿Acabaréis comprendiendo?” [ Sura de los profetas 66-67 ].
Sobre sus ojos había un velo que les impedía ver, y en sus oídos una sordera que los inutilizaba. Sus corazones estaban cerrados y no podían razonar. Cuando a Ibrahim (a.s.) ya no le quedaron argumentos, ellos recurrieron al discurso esteril y a la fuerza, para disimilar su derrota y ocultar su falsedad. Entonces gritaron: “Arrojadle al fuego. Mostrad respeto a vuestros ídolos, si aún os quedan energías". [Sura de los poetas - Versículo 68].

Ibrahim lanzado al fuego
Quisieron castigar a Ibrahin (a.s.) quemándolo, cuando no había cometido otra falta que decir: "Allah es mi Señor", y que no había cometido ningún crimen, a parte de haberse vengado de sus estatuas, menospreciado su adoración. Pero la declaración de que Allah es sólo uno y la proclamación de su mensaje resultaba demasiado molesto y doloroso a los tiranos, pues contrariaba sus vidas pacíficas, porque apartaba a la gente del vínculo que los subyugaba a ellos. Él (a.s.) les apartaba el velo que confundía sus pensamientos. Por lo que entonces evitarían caer en sus trampas, dispersándose y preparándose para rechazar la injusticia de las cuales eran sus víctimas, lo que destruiría su poder y pondría término a su tiranía.
La idea de quemar a Ibrahim (a.s.) les inquietaba, ¿cómo habrían de llevarlo a cabo? Debían dirigir hacia él un fuego que lo rodeara y que igualara con su calor el odio que ardía en sus corazones, una única llama que bastara para incendiar una ciudad entera, un enorme fuego. Se pusieron a recoger madera de todas partes. Consideraban este acto como una ofrenda a sus divinidades y una prueba de lealtad hacia sus ídolos, de modo que cuando una de sus mujeres caía enferma, ella hacia el siguiente voto: "si yo curara iría  a reunir madera para la incineración de Ibrahim".
Continuaron recogiendo madera hasta que no hubo más lugar para acumular ramas en las pilas. Entonces construyeron un cercado donde encendieron el fuego. Avivaron sus llamas hasta que se elevaron y lo iluminaran todo, transformándose  la leña en ardientes carbones al rojo. Entonces maniataron a Ibrahim (a.s.) y allí lo arrojaron, disfrutando de su suplicio.
Ibrahim (a.s.) fue lanzado a la pira ardiente, pero su corazón se encontraba absorto en la contemplación de Allah, y en Él puso toda su confianza y esperanza de salir sano y a salvo. Por lo que se enfrentó a las llamas con absoluto sosiego y paz.
Ibrahim (a.s.) se mantuvo en el fuego, ocultado por su humo  y cercado por sus llamas, perdiéndose su voz con el crepitar del fuego. Únicamente le ardieron los grilletes, dejándolo libre. Allah había apartado de él las llamas y evaporado su calor. Allah había salvaguardado a Ibrahim (a.s.) del abrasador calor de la hoguera, transformándola en  frescor para su cuerpo y paz para su corazón.
Cuando las llamas del fuego se apagaron, el humo se hubo disipado y el calor descendió, encontraron a Ibrahim (a.s.) sano y a salvo, libre de sus ataduras. Se quedaron sorprendidos al verlo vivo, abandonaron sus rencores y se marcharon humillados y temerosos.
Las gentes se quedaron tan sorprendidas por esta prueba extraordinaria que estaban muy cerca de acogerse al mensaje de Ibrahim (a.s.), y otorgarle las riendas del poder y seguirlo unánimemente. Pero algunos de ellos optaron por mantener su estatus de vida, mostrándose descreídos y orgullosos de su poder. Aunque era poca la gente que creía en Ibrahim (a.s.), éstos disimulaban sus creencias por miedo a ser asesinados.

Ibrahim y Namrud
En cuanto al rey Namrud, llegó a su conocimiento, algunos de los acontecimientos que habían deslumbrado a su pueblo, mientras una oleada de esta nueva corriente invadía y se fraguaba en su palacio. Las noticias de Ibrahim (a.s.) y los prodigios entorno a él acaecidos le llevó a reforzar su tiranía, aumentando su injusticia. No era únicamente a sus divinidades, a las que Ibrahim (a.s.)atacaba, censurando a la gente por su adoración.
Namrud pidió ver a Ibrahim y cuando estuvo presente ante él, lo escudriñó con la mirada diciéndole: "¿En que consiste esa revuelta que as despertado, y ese fuego que as encendido? ¿Cuál es ese nuevo dios a quien tu incitas a adorar? Conoces a otro dios a parte de mí o algún ser que sea más digno de ser venerado? ¿Quién es el que ocupa un rango más elevada que el mío y es más importante? ¿Acaso no ves que soluciono todos los asuntos y encuentro una salida para cada problema? Mis ordenes son ejecutadas y mi juicio es concluyente. La gente tiene la confianza puesta en mi y sus esperanzas de mi dependen, ¿conoces a alguien que sea mi opositor o un desertor? ¿Porqué has roto esta regla y atacado a sus divinidades? ¿Cuál es ese dios a quien invitas e incitas a adorar?
Ibrahim le respondió siendo al mismo tiempo inquebrantable y locuaz: "Allah es el Que hace vivir y luego morir." Este él Que da la vida y la quita, quién crea y hace desaparecer". Ibrahim dejó a Namrud en silencio convenciéndolo con sus argumentos.
Pero Namrud fue presa del poder de sus trasgresiones. Enorgulleciéndose de ello y argumentando a favor de sus falsedades le dijo a Ibrahim (a.s.): “Hago vivir a quien actuó mal perdonándole; gozando de la vida después de haber rozado la muerte, respira el olor de la vida tras haber tenido el alma destrozado ante la perspectiva de ser privado de sus derechos y haber perdido toda esperanza. Como hago morir a quien quiero por un orden mía, y el acto en sí depende de mi veredicto estando su alma a punto de abandonar su cuerpo. Tu Dios no ha innovado ni aportado nada nuevo y extraordinario”.
Namroud tergiversó las palabras de Ibrahim (a.s.) y e valió de rodeos en sus respuestas, alejándose de lo que Ibrahim había dicho sobre el don de la vida, cómo se concede y retira, al valerse de artimañas.
Ibrahim (a.s.) le respondió: “Allah sometió al sol y le asignó un curso del cual no se desvía. Mi Señor hace salir el sol desde el este. Si tienes tanto poder como pretendes y si eres realmente un dios, entonces cambia el designio sobre el sol la voluntad de Allah a dictado, y hazlo salir por el oeste”.
 Lo que argumentara Namrud no podía negar que le habían vencido, por lo que temió ser derrocado del trono, ya que las bases de su reinado habían quedado en entredicho. Namrud reconoció en Ibrahim (a.s.) a su enemigo más odiado y al adversario más temible. Pero ¿qué podría hacerle él, si había atraído a las gentes hacia una nueva creencia valiéndose de un hecho prodigioso que los había deslumbrado?
Namrud envió a sus criados para que comunicasen a sus súbditos que no siguieran a Ibrahim (a.s.) y abandonaran sus hogares. Ibrahim (a.s.) fue consciente de que a su alrededor se estrechaba el cerco y se le perseguía con el fin de causarle el mal.
Ibrahim (a.s.) se cansó de vivir entre ellos por lo que pensó dejarlos  y abandonar esta tierra estéril donde sus simiente no había fructificado. Emigró hacia una tierra en la cual su misión profética pudiera desarrollarse y sus semillas florecer. Abandonó su país y a su pueblo, se puso en marcha y viajó hasta alcanzar Palestina.

Ibrahim dirige a la gente por el diálogo
Ibrahim (a.s.) hizo un alto en Harran, esperando encontrar en cualquier otra lugar, oídos que le prestaran atención, espíritus maduros y almas puras. Pero pronto descubrió su equivocación: Las gentes a las que se encontró, adoraban a los astros y no a Allah. Quiso llamarles la atención sobre su error y prevenirlos de lo estéril de sus creencias, intentando convencerlos por la vía de la razón y el debate.
Cuando Ibrahim (a.s.) se encontraba entre un pequeño grupo de ellos, se les hizo de noche e Ibrahim se propuso ahondar en su significado y les dijo señalando a uno de los astros que ellos adoraban: "He aquí a mi Señor". Cuando el astro hubo desaparecido del  horizonte, lo buscó sin encontrarlo y entonces dijo Ibrahim (a.s.): “me no gustan los dioses que cambian de estado y desaparecen”. A continuación la luna se elevó sobre el horizonte. Era aún más luminosa que el astro precedente, mayor y más útil. Dijo: "¡He aquí a mi Señor!". Pero cuando la luna hubo desaparecido y su luz esfumado, dijo: "Si Allah no me guía me encontraré entre los extraviados" [Sura del rebaño - Versículo 77), demostrándoles que Allah es el que dirige y quien orienta hacia la buena elección en caso de perplejidad.
Superada la fase de las insinuaciones Ibrahim (a.s.) pasó a un lenguaje más claro, cuando percibió en su silencio el rechazo a su mensaje. Entonces Ibrahim (a.s.) declaró que aún no estaba seguro y que tenía el espíritu confuso, ya que aún no había encontrado el camino recto. Rogó a su Señor para que lo sacara de este extravío y le mostrara la luz en la noche. Cuando el sol empezó a salir y sus destellantes rayos iluminaban el horizonte. Dijo Ibrahim (a.s.): "He aquí a mi Señor, es el más grande de los astros, el más útil y el más importante. Pero cuando desapareció, al igual que otros, y se veló a los ojos de sus admiradores dijo: "Soy inocente por asociar" Todos estos astros que cambian de lugar y estado tienen seguramente un creador que los controla y los maniobra, y que los hace elevarse en el firmamento conduciéndose por él. No son ellos por los tanto, dignos de adoración y no merecen ser venerados y glorificados".
Después de haber declarado el abandono de los ídolos y su indiferencia respeto a sus divinidades, habló detenidamente de Aquel al que asignaba exclusivamente su adoración y obediencia. Dijo: “Solo vuelvo mi cara hacia el creador de los cielos y de la tierra. No tengo nada en común con aquellos que le asocian otros”. [ Sura del Ganado - Versículo 79 ].
Las gentes del lugar allí reunidas discutieron con él sobre aquello con que los acababa de sorprender y a lo que los invitaba, a lo que Ibrahim (a.s.) les dijo: Discutid conmigo acerca de Allah, ya que Él me ha guiado hacia el camino recto y me ha conducido por la vía justa.
        Ellos lo amenazaron con 1a violencia de sus ídolos y le informaron de que éstas podrían causarle el mal o dañarles si olvidaban su adoración y se apartaban de su obediencia. Pero Ibrahim (a.s.) no escuchó sus consejos ni respondió a sus plegarias. Todo lo contrario, se sorprendió de que lo amenazaran con algo que no podía ni serles de utilidad o dañarlos, y que sin embargo y al mismo tiempo, no temían  asignarle asociados a Allah.

Ibrahim (a.s.) en Egipto
En aquella época la sequía castigaba a la tierra y sus gentes, y la aridez y la carestía se generalizaban, haciendo la vida difícil en Shám (Siria); por lo que Ibrahim (a.s.) emigró hacia Egipto, acompañado de su mujer Sara. En aquella época, el gobierno se encontraba en las manos de uno de los más grandes reyes árabes, que ejercía ssu poder desde hacía bastante tiempo.
Sara era de una belleza deslumbrante, por lo que uno de los cortesanos del rey se lo comunicó, embelesándolo con el relato de su belleza, le describió su encanto y lo sedujo con la idea de hacerla suya. Esta idea tuvo una acogida favorable en el rey que invitó a Ibrahim (a.s.) a su palacio para preguntarle una vez allí, sobre el vínculo que los unía y si existía alguna relación entre ellos.
Ibrahim (a.s.) adivinó quien le sometía a este interrogatorio y tuvo miedo de decirle que era su mujer, ya que entonces intentaría matarlo para obtenerla y hacerla suya tras su muerte. Por lo que le respondió: "Es mi hermana y la fraternidad es la relación que no une en la misma creencia, lengua y humanidad".
El rey entendió entonces que no estaba desposada, por lo que pidió que se llevaran al palacio y la condujeran  a su alcoba. Ibrahim (a.s.) regresó junto a su mujer y le contó lo sucedido, poniéndose en manos de Allah para que lo protegiera y cuidara de ella.
Cuando se llevaron a Sara al palacio y una vez que ésta se hallaba en de él, quedó impresionada por la belleza de las vestimentas y de las valiosas joyas que allí veía. Aunque permaneció indiferente ante el aspecto de estos ornamentos y del lujo que a su alrededor destellaba. No estaba interesada por los fastos que le rodeaban ni por la riqueza del rey. Todo eso no lo hizo olvidar su fidelidad hacia su marido, por lo que se sentó entristecida en una esquina alejada de la habitación.
Cuando el rey se aproximo a ella y la vio tan infeliz, intentó mitigar su pena, y alejar de ella la soledad y la melancolía. Pero ella se sobresaltó dejando al rey decepcionado y desconcertado. Lo intento de nuevo pero obtuvo de nuevo la misma respuesta de Sara. Por lo que decidió tumbarse en la cama y se durmió. Tuvo un sueño y en él descubrió la verdad, supo que Sara ya tenía un esposo, y que debería devolverle la libertad y no dañarla, ni forzarla sexualmente.
Cuando se despertó, vio que no tenía otra salida más que liberarla. Entonces le ofreció a Hajar como sirviente y éste la condujo hasta su marido.
Ibrahim (a.s.) permaneció en Egipto tanto tiempo como Allah quiso, viviendo una vida en paz. Ibrahim (a.s.), era un hombre de noble carácter y amable trato, era un gran trabajador, lo que le permitió vivir holgadamente. La gente le envidiaba tanto por su prestigio como por su forma de ser. Estuvieron tentados de causarle algún mal, pero Ibrahim sintió su aversión, y decidió alejarse ellos marchándose a tierras palestinas, donde ya antes había vivido por un algún tiempo, y donde finalmente se estableció.

Historia de Ismail




Ibrahim (a.s.) emigró hacia Palestina, acompañado de su mujer Sara y de su sirvienta Haÿar. Se llevaron consigo a sus manadas y todo lo que poseían de fortuna y bienes. Ibrahim (a.s.) vivió rodeado de su familia y su tribu además de un pequeño grupo de seguidores que habían creído en él. Su esposa Sara era estéril, hecho que le entristecía al ver como su marido deseaba, poder tener una progenitura, aunque ella no tenía la esperanza de traer niños al mundo pues era demasiado mayor para ello. Sara propuso a su marido que tuviera relaciones sexuales con su sirvienta Haÿar, que le era fiel, obediente y digna de confianza; así podría dar vida un niño que iluminaría su vida y ablandaría 1a amargura de su soledad. Ibrahim cumplió su petición y le concedió ese deseo.
Haÿar dio a luz a un encantador niño al que llamaron a Ismai1 (a.s.). Ibrahim (a.s.) se encontraba emocionado y exaltado de alegría, mientras que Sara la compartió con su marido durante un determinado tiempo, ya que los celos no tardaron invadir su corazón siendo presa de la tristeza y el dolor.
Su inquietud y angustia la turbaron, viéndose privada de la tranquilidad y del sueño, la tristeza 1a envolvió en una nube gruesa y no podía soportar ver al niño o a Haÿar. El único remedio que creía que podía aliviar su enfermedad era alejar al niño y a su madre de su casa y de su vista. Por lo que le rogó a Ibrahim (a.s.)  que se llevara a Haÿar y su hijo lo más lejos posible.
        Ibrahim (a.s.) se sometió a su voluntad, e inspirado por Allah le concedió su deseos. Montó sobre su cabalgadura y se llevó al niño y a su madre, se fue guiado por la voluntad de Allah, se había impulsado por Su benevolencia. Ibrahim (a.s.) avanzó durante mucho tiempo, cubriendo una amplia distancia, hasta lo que pararon en un lugar para pasar la noche. Hizo descender a Haÿar y a su hijo en un lugar deshabitado, dejándolos en este lugar salvaje, sin otra posesión que un poco de comida y un cántaro de agua.
En este lugar los abandonó, despidiéndose de ellos y tomando el camino de la vuelta. La madre de Ismai1 lo siguió y colgándose de él, se aferró a sus vestiduras y cogiendo la brida de su montura le dijo: "¿O Ibrahim, donde vas?" "¿Por qué nos dejas en este valle desértico y salvaje?".
Intentó obtener su piedad, imploró su misericordia en nombre de su hijo, suplicándole que no los abandonara a manos del hambre y de la sed mortal.
Pero Ibrahim (a.s.) no le hizo caso y permaneció inalterable y le reveló que era un orden de Allah,  y que debía someterse a Su juicio y confiar en Su orden. Cuando Haÿar supo eso, dejó de discutir con Ibrahim (a.s.) sometiéndose a la voluntad de Allah y  Su rahma. Ella dijo: "Allah no nos abandonará".
En cuanto a Ibrahim (a.s.), se fue embargado por el temor, aunque depositaba su confianza en Allah. Él debía soportar esta prueba y enfrentarse a su destino. Esta es la razón por la que tomó de vuelta el camino de su país, abandonando en ese lugar desértico su único hijo, rogando a Allah que cuidara de él. Dijo Ibrahim (a.s.): "Señor, instalé a mi niño en un valle estéril, cerca de tu presencia. Señor, haz que observen tu recuerdo. Vuélvelos agradables a los otros hombres. Procúrales los alimentos con el fin de que Atraigas sus agradecimientos" [Corán - Sura de Ibrahim - Versículo 37].

 La fuente de Çamçam
Haÿar asumió su destino, he hizo suya la virtud de la paciencia, permaneciendo allí, alimentándose con las provisiones y bebiendo del agua que tenía hasta que ya no le quedaron.
Soportó este estado, aunque sus senos no tardaron en secarse no disponiendo entonces de más leche para amamantar a su hijo, ni de agua para calmar su sed. El hambre y la deshidratación se hicieron sentir, el bebé se puso gritar, llorar y lamentarse; su madre tenía el alma rasgada y sus lágrimas se desbordaban por su rostro, inagotables. Ella deseaba poder calmarlo con sus lágrimas, pero ¡cómo!
Haÿar intentó encontrar una salida a esta situación. Ver a su hijo atenazado por el hambre y a punto de entregar su alma 1e efecto en lo más hondo de su corazón. Cogió a Ismail (a.s.) y lo dejó en ese lugar, marchándose, errante, corriendo y apretando el paso, empujada por el estado de su hijo, entristecida por sus llantos y gemidos. Se puso a buscar agua y comida hasta que alcanzó el monte Safa. Retrocedió sobre  su camino, asustada, abrasada por la angustia y el dolor por su único hijo. Se dirigió entonces hacia un espejismo que le había hecho creer ver agua al pie del monte Marwa. Cuando 1o alcanzó, no encontró nada. Por lo que se fue de nuevo hacia su primer destino en el monte Safa, dando la vuelta una vez más sobre su segundo objetivo. De esta forma Haÿar agotó sus fuerzas en las siete idas y venidas que dio sin interrupción entre los montes de Safa y Marwa, mientras el bebé gritaba y vociferaba, rasgándole a su madre el corazón con sus voz.
¡O Señor! ¡Misericordia! ¡He aquí un bebé que tiene la boca seca y que no puede llorar más, que tiene necesidad de alimento porque desfallece de hambre! Y he aquí a una madre que ve a su único hijo entregar el alma mientras que no encuentra ayuda en su soledad ni consuelo para su dolor! Mírame ahora arañando la tierra con los pies, dando patadas a las rocas, podrías tener piedad de él aun cuando los corazones se hayan endurecido, y se compadezcan de él cuando 1a ayuda sea innecesaria.
Golpeó y golpeo la tierra cuando repentinamente el agua brotó bajo sus pies, y como un manantial afluía a través de las piedras.
Haÿar vio como la rahma de Allah la cubría atendiendo su solicitud. Se sentó, extenuada, con el sudor corriéndole por la frente, luego volvió junto a su hijo llena de entusiasmo, calmando su sed  y mojándole sus labios con el agua que le había de devolver la vida y la alegría a su cuerpo. Ismael (a.s.) se abalanzó hacia ella con entusiasmo, Haÿar lo abrazaba y acariciaba dulcemente. Luego le limpió las lágrimas y jugó con él para que olvidara su dolor y  la tristeza pasada. Una vez se hubo tranquilizado sobre el estado de su hijo, y con la alegría de verlo vivo, sano y a salvo, reanudó vida.
Esta fuente de agua permanece aún hoy día en ese lugar. Los peregrinos se reúnen en torno ella, esperando obtener un poco de agua con la que saciar su sed física e espiritual.
 La fuente atrajo a los pájaros que planeaban y se arremolinaban encima de ella. Un grupo de Yurhum que marchaba cerca de este lugar, vieron a los pájaros sobrevolar ese lugar y como sabían que los pájaros solo se dirigían hacia el agua, enviaron entonces a algunos hombres a que exploraran el lugar para que les informaran de lo que allí había. Cuando llegaron y descubrieron el agua, corrieron para comunicarles la buena noticia. Hacia allí se dirigieron en grupos, estableciendo algunos de ellos su morada. Haÿar fue feliz con su presencia, encontró el descanso en su compañía y le agradeció a Allah el haberle atraído junto a ella, a personas que eran de su agrado.

Ismai1 degollado
Ibrahim (a.s.) nunca olvidó a su hijo. Algunas veces iba a su casa, para alegrarse por su vista y tranquilizarse sobre su estado. Cuando Ismail (a.s.) se volvió un joven hombre y comenzó a trabajar, Ibrahim tuvo un sueño en el que se le ordenaba que degollara a su hijo.
Las adversidades y pruebas que sufre Ibrahim deben de estar a su altura e igualar su importancia, como si debieran tener el mismo peso que su creencia en Allah.
Ibrahim (a.s.) se sometió a su Señor y obedeció su orden, marchando a realizar Su deseo viajó en busca de su hijo hasta que lo encontró, y le puso en conocimiento de lo que le había ocurrido y a lo que acudía a él. Ibrahim (a.s.) le dijo: "Hijo mío, me he visto en un sueño a punto de degollarte". Ves lo que he de hacer ". Ibrahim (a.s.) le expuso el asunto y  su hijo tomó 1a iniciativa y se apresuró a responderle: "Haz lo que te ha sido ordenado, y me encontrarás aguardando si Allah quiere".
A continuación Ismail (a.s.) quiso aliviar a su padre del dolor de la pérdida de su hijo, y le guió hacia la consecución de su objetivo. Le dijo: "Padre, átame firmemente para que no me mueva" y desnúdame para que mi ropa no se manchen de sangre. Ya que en este caso, mi recompensa se reducirá y si mi madre viera las manchas, se entristecerá aun más aumentando sus lágrimas. Afila bien tu cuchillo, y hazlo pasar rápidamente sobre mi garganta para facilitarme la muerte. La muerte es dura y sus efectos dolorosos. Despídeme de mi madre y si deseas darle mi camisa, dásela, eso podría consolarla en algo de su desdicha, ya que es un recuerdo de infancia, conservará mí y cada vez que me busque me encontrará".
Ibrahim (a.s.) le contestó: "Hijo mío, eres mi mejor auxilio frente al mandato de Allah". Luego lo ató y  mientras lo abrazaba lloraron amargamente.
A continuación, Ibrahim (a.s.) se separó de su hijo, 1o extendió sobre su lado y lo ató por los hombros. Tomó el cuchillo y lo colocó sobre el cuello de su hijo. Sus lágrimas afluían y sollozos se sucedían por el amor que le tenía a su hijo, cuando finalmente pasó el cuchillo sobre su garganta. Pero el cuchillo no le hizo ningún corte, ya que el poder de Allah había hecho que se rompiera la punta y el filo del cuchillo se destemplara.
Ismail (a.s.) le dijo entonces a su padre: "Padre, fija mi mirada en la tierra, ya que cuando me mirabas, tu amor por mí te ha afectado y se ha interpuesto entre ti y la orden de Allah". Ibrahim (a.s.) lo hizo y a continuación le puso el cuchillo sobre la nuca, pero éste no cortó.
Ibrahim se quedo perplejo, y ante una situación que le era tan dolorosa, se dirigió hacia su Señor rogándole que facilitara una salida. Entonces Allah apiadándose de su estado, atendió su deseo, lo libró de su pesar y le dijo con potente voz: "Ibrahim, haz ejecutado tu sueño, pero  he concedido mi auxilio a los hombres de bien" (Sura de las filas, 104- 105).
Exultantes de alegría dirigieron sus alabanzas a Allah por haber alejado de ellos la desdicha y disipado su tristeza. Recibieron la mejor de las recompensas siendo en adelante, más firmes y agradecidos en sus creencias.
 Allah mandó a Ibrahim (a.s.) sacrificar por Ismail (a.s.) a una bestia que tenía cerca de él, haciéndolo con el mismo cuchillo que antes se había embotado y no cortaba. Ibrahim (a.s.) le pasó el cuchillo sobre su garganta, y el animal murió inmediatamente, cubriendo la tierra con su sangre. Este era el sacrificio por su hijo.
A partir de entonces, el sacrificio (degüello) de un animal (normalmente cordero) se volvió una costumbre entre todos los musulmanes, y que se realiza cada año en conmemoración del sacrificio de Ismail (a.s.) y de la rahma de Allah que todo lo posibilita.

Ismail y la tribu de los Yurhum
Los pájaros sobrevolaban el cielo en el lugar donde había brotado agua, y las nubes giraban alrededor de este pozo. Una nueva forma de vida comenzaba en este lugar, aunque nadie tuvo conocimiento de ello, hasta que un día la gente de la tribu de Yurhum que permanecía en los alrededores de Meca observaron a un pájaro que planeaba a la búsqueda de agua. Dijeron: "Ese pájaro busca de  agua, aunque desde siempre hemos sabido que este valle es un desierto árido". Enviaron a un explorador que fue quien encontró finalmente el agua, y que al volver les daría la buena noticia. Acudieron felices a instalarse rápidamente en aquel lugar, y donde al llegar encontraron a Haÿar, la madre de Ismail (a.s.), cerca del agua, por lo que le pidieron a ella permiso para instalarse como vecinos suyos y utilizar su agua. Ella se lo concedió a condición de que fueran huéspedes honorables y no ladrones usurpadores.
Se sometieron su voluntad y se declararon satisfechos con esa norma. Mandando con posterioridad buscar a sus parientes y con los cuales se rápidamente se establecieron, formando el nuevo asentamiento un numeroso grupo de familias.
 Con el paso del tiempo Ismail (a.s.) pasó a ser un joven hombre robusto, cuya buena reputación se extendía. Tenía sus obligaciones dentro de la tribu, hablaba su lenguaje, aprendiendo de ellos la lengua árabe. Se casó con una mujer perteneciente a la tribu de los Yurhum, pasando a ser   su relación con ellos mucho más estrecha.
Pero llegado el momento Allah quiso que Haÿar, la madre de Ismail (a.s.), falleciera (todo regresa a Allah), sumiéndole la pérdida de su madre en el dolor y la tristeza. Ella lo había asumido a su cargo desde que estaba aún a la cuna, había cuidado de él en su infancia y lo había cubierto de ternura en su edad madura. Le había sido un apoyo en las calamidades y de ayuda en las desdichas.
Ibrahim (a.s.) nunca había podido olvidar a su hijo Ismail (a.s.), por lo que volvía frecuentemente al lugar donde él había dejado con su madre, con el único fin de asegurarse del estado de su hijo. Una vez, había llegado Meca, y se dirigió al domicilio de Ismail (a.s.) pero solo encontró a su esposa. Le pidió noticias de su esposo y ella le informó de que había ido a buscar algo. Luego ella le contó la situación en la vivían, de su pobreza y vida miserable. En ella Ibrahim (a.s.) vio a una mujer que se rebelaba contra el  destino y que guardaba rencor por su suerte, estando insatisfecha con lo que Allah le había reservado. Juzgó entonces que tal mujer no le convenía a Ismail (a.s.) como esposa y madre de sus hijos, ya que se aburría con su vida conyugal y se compadecía de su cohabitación con él. Ibrahim (a.s.) se apartó de ella tras montarse en su cabalgadura, no sin antes pedirle que le transmitiese sus saludos a su hijo y recomendarle que le dijera a su marido que debía cambiar las puertas de su domicilio. Quería insinuar con ello que dejara a su mujer y la sustituyera por otra más virtuosa.
Después de algún retraso, Ismail (a.s.) volvió a su casa y, como si hubiera presentido algo, le preguntó a su mujer: "¿Hemos tenido visitantes hoy?" Le respondió: "Sí, un anciano con tal y tal descripción ha llamado a nuestra puerta. Me pidió noticias tuyas y se las di. Mostró algo de atención al respecto queriendo saber de tu comportamiento. Le conté el desconcierto y la pobreza que soportamos".
Ismail (a.s.) le preguntó: "¿Te ha recomendado algo?". "Sí, respondió, te envía sus saludos y te aconseja cambiar las puertas de nuestra casa." Ismail (a.s.) le dijo entonces: "era mi padre y me pide que te abandone". Se alejó ella sin albergar ningún remordimiento.
Después de algún tiempo, Ibrahim (a.s.) volvió de nuevo a visitar a su hijo para calmar el deseo de su corazón. Volvió a la casa de Ismail (a.s.), pero solo encontró a su nueva esposa. Le preguntó donde se encontraba él, y ella le respondió que había salido a por víveres. Entonces cuando Ibrahim (a.s.)  estaba sobre a punto de irse, regresó sobre sus pasos y le preguntó sobre su estado y condición de vida. Entonces ella le respondió con continuas alabanzas a Allah, de cómo su Señor los colmaba de beneficios y les facilitaba una vida generosa. Entonces su corazón se tranquilizó y se alegró de verla contenta, satisfecha y agradecida, entonces supo que 1a vida les era fácil. Ibrahim (a.s.) le pidió que trasladase sus saludos a su marido y que le dijera que guardara sus puertas, marchándose a continuación con su familia.
Cuando el día llegó a su fin, Ismail (a.s.) volvió como se costumbre a su casa. Conversó con su mujer y ella le contó que un anciano de aspecto digno e imponente se había presentado en su puerta, se había introducido en la casa: y que le había pedido noticias sobre su vida y si vivían confortablemente. También le había recomendado que le trasmitiera sus saludos y que conservara las puestas de su casa. Ismail (a.s.) le dijo entonces: "era mi padre y me pidió no te dejara". Pasaría con ella el resto de su vida siendo la madre de sus hijos.

La construcción del Kaaba
Ibrahim (a.s.) permaneció lejos de su hijo tanto como Allah quiso. Pasado el tiempo le visitó, pero no para tener noticias suyas ni para calmar su desasosiego como tenía por costumbre. Él (a.s.) había venido más bien a este lugar por una causa importante, un asunto venerable. Allah le había pedido que construyera la Kaaba, y erigiera la primera casa para la humanidad. Ibrahim (a.s.) asumió el mandato de Allah y la responsabilidad sin temor ni vacilación.
Ibrahim (a.s.) se dirigió apresuradamente hacia el Hiÿaç y buscó a Ismail (a.s.), hasta lo que lo encontró, sentado debajo de un árbol de altas ramas mientras tallaba flechas cerca de la fuente de Çamçam. Ismail (a.s.) lo vio llegar y abandonó lo que le ocupaba, corriendo a acogerle. La felicidad iluminó cara, no tardando padre e hijo en abrazarse efusivamente  para transmitirse su mutuo amor. Una vez que el entusiasmo se había reducido, se sentaron y comenzaron a hablar. Ibrahim (a.s.) le reveló a su hijo el importante que albergaba. Le dijo: "Hijo mío, Allah me ha pedido que construya una casa por aquí - y señaló con el dedo un promontorio". Ismail (a.s.) le mostró entonces su fidelidad y se ofreció a obedecerlo en todo aquello que él considerase oportuno. Caminaron entonces hacia el lugar indicado, movidos por la esperanza, empujados por el poder de Allah, el mismo que los sostenía y reforzaba su voluntad. Empezaron a cavar con zapapicos y a elevar las bases de la casa de Allah, rogándole: (Señor, acepta esta obra nuestra, tu que oyes y lo sabes todo. Señor, haz de nosotros gente allanada a Tu voluntad y hace de nuestra posteridad, un pueblo sumiso a Tus leyes. Muéstranos las etapas del peregrinaje y perdónanos. Ya que Tu eres el Rahmân y el Rahîm) [Sura de la Vaca / 126- 127].
No tardaron en colocar los pilares, y el emplazamiento de la construcción se hizo evidente. Ismail (a.s.) traía las piedras y preparaba las utensilios y las máquinas, mientras que Ibrahim construía. Allí había seguramente una poder que los ayudaba para que pudieran asumir esta importante responsabilidad y fueran capaces ellos solos de soportar esa pesada carga.
La construcción se elevó, ganando altura los muros, tanto que Ibrahim (a.s.), ya no era capaz de llegar a la parte superior de la obra. El anciano ya no disponía de más fuerzas para elevar las piedras a tanta altura. Dijo entonces: "Hijo mío, encuentra una piedra que pueda poner bajo mis pies, para que pueda acabar lo que comencé y terminar la construcción".
Ismail (a.s.) se puso a buscar la piedra, hasta que encontró una de color negro, enseñándosela a su padre. Ibrahim se subió a ella, y continuó con la obra mientras Ismail (a.s.) le pasaba el resto de las piedras. Cada vez que un lado se acababa, iniciaban el otro, y cada vez que se terminaba un muro, comenzaban con el segundo. Y es de este forma como acabaron la  construcción de la casa, que Allah hizo refugio para las gente, y cuyas almas desean ver y por la cual los corazones suspiran, con el du’a de Ibrahim (a.s.) cuando dijo: "Vuélveles amables a los otros hombres y Procúrales sus alimentos con el fin de que Granjearte sus agradecimientos". [Sura de Ibrahim - Versículo 37].

Historia de Lot




Ibrahim (a.s.) abandonó Egipto, yendo acompañado de Lot (a.s.). Marchándose de este país con una gran fortuna en su poder. Como se habían agotado las tierras de pastoreo para el ganado, Lot (a.s.) decidió abandonar la compañía de su tío paterno Ibrahim (a.s.) e instalarse en la ciudad de Sadum (Sodoma).
Los habitantes de esta ciudad eran conocidos por el carácter corrupto e inmoral de sus costumbres. Eran salteadores de caminos a los que no les importaba traicionar a sus amigos o pueblos vecinos a costa del botín, bienes y personas sobre las cuales practicaban todo tipo de abusos físicos. Ninguna idea o tradición ancestral les causaba pudor y servía de obstáculo. No se guiaban por el ejemplo de ningún profeta y nunca escuchaban los consejos de los más sabios.
Entre las acciones más detestables que tomaron por costumbre, estaba la de abandonar a sus mujeres y faltarle a los derechos y obligaciones que les debían,  y que con el matrimonio habían contraído; para buscar un ilegítimo placer sexual fuera de la relación de pareja, preferentemente, sodomizando a otros  hombres, aunque para ello tuvieran que vencerlos por la fuerza.
Allah entonces le reveló su mensaje Lot (a.s.)  y le ordenó que divulgara su el mismo a los habitantes de Sodoma, con el fin de que abandonaran su conducta equivocada y los condujera por el camino recto.
Pero los habitantes de Sodoma no prestaron oídos a Lot (a.s.), llegando a amenazar su vida, por lo que incluso aquellos que habían creído en él, pensaron que lo mejor, sería echarlo de la ciudad aunque no hubiera cometido ningún mal.
Entonces Lot (a.s.) los amenazó con el poder de la ira de Allah, aunque sus advertencias fueron tomadas a la ligera, burlándose de ellas. Lot (a.s.) entonces,  rogó a su Señor para que le diera fuerzas y pudiera soportar los agravios y amenazas a las que era sometido, implorándole un castigo ejemplarizante.
        Allah respondió a su llamada y le concedió su petición. Envió a sus malaikas a la ciudad de los Sadum, para infligirles el castigo que merecían, aunque se pasarían en primer lugar por la residencia de Ibrahim (a.s.). Éste (a.s.)  les ofreció su hospitalidad, y aunque los agasajo con ricos manjares, las manos de los malaikas no tomaban la comida que él les ofrecía, lo que le causó aprehensión y miedo, aunque ellos lo tranquilizaron diciéndole: "no temas nada".
        Los malaikas permanecieron en la casa de Ibrahim (a.s.) hasta que éstos le comunicaron el nacimiento de un hijo. Ibrahim (a.s.) les pidió entonces que le explicaran el motivo de lo acababan de decirle, él (a.s.), les preguntó: "¿qué quereis, enviados?". Los malaikas  le respondieron: "Hemos sido enviados para dirigirnos hacia la gente que no se sometió a la llamada de Lot y que se han colocado entre los trasgresores. Venimos a inflingirles un dolor intenso, un castigo por los actos malvados e impúdicos que cometieron".
Ibrahim (a.s.), sintió una gran pesadumbre por ello, y discutió con ellos de la causa del pueblo de Lot, rogándoles que retrasaran la desdicha del mismo y que su castigo fuera más leve. Ibrahim (a.s.) posiblemente esperaba, que los ciudadanos de Sodoma se sometieran a Allah, cesaran la perpetración de su fechorías y renunciaran a sus actividades impúdicas. Puede ser que Ibrahim (a.s.) temiera que Lot (a.s.) no fuera capaz de sobrellevar esta adversidad. Pero los malaikas le pidieron que no se atormentara y calmara su dolor, que dejara el asunto de estas personas que perseveraban en la desobediencia, en las manos de Allah. Ellos le informaron de que Lot  (a.s.) no se vería afectado por la desdicha, y que se salvaría tanto él como su familia, excepto su mujer, que estaba de parte de los incrédulos y seguía sus opiniones.
Cuando los malaikas abandonaron a Ibrahim (a.s.), se dirigieron hacia Sadum (Sodoma), bajo el aspecto de unos jóvenes  y apuestos hombres. Cuando se disponían a entrar en la ciudad, vieron a una joven mujer que llevaba agua para su familia, se le acercaron a pedirle hospitalidad, pero ella tuvo miedo por ellos, pues conocía la maldad de su pueblo y se veía incapaz de protegerlos, por lo que fue a buscar la ayuda de su padre para que los protegiera. Les pidió que la esperasen exactamente el tiempo que tardara en ir a  casa de su padre y pedirle su dictamen. Cuando vio a su padre le dijo: "Padre, unos hombres jóvenes se hallan a la entrada de la ciudad. Jamás he visto unos rostros más hermosos que los suyos y temo que tu pueblo tenga conocimiento ellos y les cause una infamia".
El padre de la muchacha, era Lot (a.s.). Él intentó excusarse explicándoles la situación en la que se encontraba, con el fin de evitar una confrontación con su pueblo, pero su sentido de la generosidad le sobrepuso sobre sus temores. No hizo caso de las dificultades a las que se enfrentaría y salió al encuentro de los forasteros en secreto, ocultándose a los ojos de la gente e intentando llegar hacia ellos antes de que su pueblo advirtiera sus intenciones y le cortara el paso, impidiéndole seguir su camino, ya que su pueblo le había prohibido tener huéspedes o albergar en su casa a los viajeros.
Lot (a.s.) consiguió llegar en secreto hasta los malaikas y acogiéndolos de buen grado los invitó a acompañarle hacia su casa, pero los pensamientos negativos regresaron a su espíritu y las dudas corroyéndole el corazón. Le resultaba gravosa su hospitalidad, ya que temía que su pueblo tuviera conocimiento de la presencia de los forasteros y entonces  no pudiera defenderlos de ellos, ni rechazar sus ataques.
Sin embargo los guió hacia su casa donde se instalaron. Su mujer, que le era contraria y participaba de la moral común de su pueblo, propagó la noticia e informó a su gente de la presencia de los forasteros y de su aspecto tan hermoso, no tardando los mismos en presentarse en la casa de Lot (a.s.).
Lot (a.s.) se asustó cuando vio a toda esa turba de gente reunida delante de su casa. Él (a.s.) les imploró por temor a Allah, y los invitó a abandonar sus pretensiones, que no eran otras que las de forzar sexualmente a los forasteros, tal como tenían por costumbre con todo aquel foráneo que caía en sus manos; pero estos no atendieron a razones. Gntonces Lot (a.s.) cerrándoles la puerta de su casa le impidió realizar sus viles deseos.
Viendo Lot (a.s.) que no escuchaban su demanda, les pidió que apaciguaran sus deseos con sus mujeres, y que renunciaran a sus malvadas pretensiones, informándoles de las consecuencias que tales actos les acarrearían. Sin embargo sus amenazas no les arredraron en absoluto, aferrándose aún más en sus intenciones. Le dijeron a Lot (a.s.): “¡Lot, conoces el derecho que tenemos sobre tus hijas, sin embargo no nos atraen las mujeres, tu sabes bien lo que nosotros queremos!”.
Lot (a.s.) no encontró más salida, perdió toda esperanza y le embargo la pena. Dirigiéndose a ellos Lot (a.s.) les dijo: "Si tuviera algún tipo de poder sobre vosotros, habría rechazado vuestros ataques e impedido vuestra maldad. Si estuviera en una posición de poder, habría rectificado vuestro desatino".
Pero la gente, estaba cegada por sus deseos ilegítimos,  y no se aprestaban a la razón y a la sensatez que Lot (a.s.) les mostraba. Estos, por contra, se abalanzaron contra la entrada de la casa, intentando forzar la misma a toda prisa.
Cuando los malaikas vieron el estado de angustia y tristeza en el cual se encontraba Lot (a.s.), lo tranquilizaron diciéndole: "Lot, hemos sido enviados por tu Señor y vinimos a salvarte y defenderte contra toda hostilidad. Estos incrédulos no podrán llegar hasta ti y serán derrotados".
 Los acosadores que rodeaban la casa de Lot (a.s.), al momento fueron presa del terror, huyendo despavoridos.
Mientras tanto Lot (a.s.) permanecía en calma gracias a que Allah había disipado sus angustias, al envolverlo con su benevolencia.
Disipado ya todo rastro de tristeza en Lot (a.s.), los malaikas le ordenaron que  saliera de la ciudad y emprendiera el viaje con todos aquellos que estuvieran de su parte. Partieron entonces durante la noche, abandonando la ciudad a manos de Allah, que ya les había reservado un castigo. Pero los malaikas le pusieron en guardia contra su mujer, ya que ésta debía sufrir las mismas consecuencias que su tribu, por su hipocresía y no estar de su lado. Por ello le ordenaron que se armara de fuerza y paciencia cuando a los suyos se les inflingiera el suplicio.
Lot (a.s.) y sus amigos se marcharon, abandonando la ciudad sin el menor pesar. Cuando estuvieron lejos, el poder de Allah alcanzó a la ciudad y les infligió su castigo. Entonces la tierra se estremeció y la ciudad se hundió de arriba a abajo, mientras una lluvia de piedras brillantes se abatía sobre ellos. Las calles se quedaron desiertas y sus casas vacías, a causa de su injusticia: Esto constituye una enseñanza. Pero la mayoría de los hombres son incrédulos [Sura de los Poetas - Versículo 174 ].

HISTORIA DE YACUB



Yacub (a.s.) acercándose a su padre Isaac - que ya era un anciano de piel ajada y  espalda curvada -  le dijo: «Padre vengo a compadecerme ante ti por mi hermano Esau, y te pido ayuda contra sus advertencias y amenazas. Desde que me tomaste a tu cuidado, has rogado a Allah por mi, y desde el momento que me predijiste una progenitura virtuosa, un poder y una vida fácil; Esau ha envidiado los ruegos que me han colmado, me ha querido por los deseos que tuviste para mi, aunque negó las señales prometedoras que vistes en mi. Pretende azuzarme con sus palabras hirientes y sus dolidas reprimendas y atemorizarme con sus amenazas, hasta tal punto, que e1 amor que nos hermanaba se ha agotado, desapareciendo el parentesco que nos unía».
«Sobre todo, se vanagloria ante mi y de las mujeres de la tribu Kanaan con las que se casó, menospreciándome por los niños que espera, y que agotarían mis fuentes de vida disputándose mis tierras. Vengo a compadecerme ante ti, para que seas el árbitro entre nosotros, ya que Allah te ha dotado sabiduría y justa opinión »...
Apenado por la discordia entre los dos hermanos, Isaac (a.s.) respondió: «Hijo mio, que has hecho, me he convertido en un anciano impotente, privado de sus fuerzas. Los días me señalan el camino del adiós, la muerte me acecha y me corta los vínculos con la vida. No puedo serte de refugio tras mi muerte, del peligro que te supone el que tu hermano te haya declarado la guerra, y oprime tu vida por medio de la fuerza, mientras que él recibe la ayuda de sus cuñados y los parientes de éstos».
«No veo otra solución, que la de que emigres a al pueblo de Aram en el país del Irak donde se encuentra tu tío materno Laban Bin Batwil. Prométete a una de sus hijas y ello te garantizará una vida cómoda, segura y placentera. Tras ello, regresa a esta tierra, donde tendrás una vida menos fácil que la de tu hermano, pero una descendencia más pura que la suya – la mirada de Allah cuidará de ti y te preservará con Su deseo».
Estas palabras tuvieron sobre el corazón de Yacub (a.s.) un efecto tranquilizador. Se despidió de sus padres con lágrimas en los ojos, y ellos por su parte le pidieron a  Allah por él, un destino generoso. Emprendió la travesía del desierto, viajando de noche y día, subiendo  empinadas cuestas y descendiendo profundos valles. El encuentro con su tío no le hicieron olvidar las palabras de su padre en las que le decía que la mirada y el deseo de Allah lo protegía y preservaba.
Cada vez que se sentía cansado por la marcha y desalentado por la distancia que lo separaba de su objetivo, recordaba el voto que había tomado y la felicidad que ello 1e deparaba. Entonces la tristeza disminuía y el viaje se hacía más fácil.
Un día en el que un viento sofocante soplaba elevando nubes de polvo y el sol abrasaba la tierra. La marcha se le hizo especialmente dura a Yacub (a.s.), haciéndole el viaje aún más difícil. Giró la cabeza hacia el camino ante él, pero no vio más que el desierto extendiéndose ante su vista, no percibiendo entre las arenas ningún saliente que le ayudara a situarse. Se sintió atenazado por la adversidad y el agotamiento, permaneciendo en aquel lugar durante una hora,, sin saber si debiera abandonar o aventurarse. ¿Debía seguir su camino y superar las dificultades para obtener la recompensa soñada, o preferir salvar su vida y descansar de este largo y doloroso viaje, limitándose a volver de nuevo sobre sus pasos?
 Mientras que pensaba y hacía planes, se percató de una roca sombreada. Se dirigió a ella para sentarse y descansar su cuerpo maltrcho y sus pies cansados. Pero cuando se recostó sobre la roca, cayó en un profundo sopor y ya dormido, tuvo un sueño esclarecedor que le iluminó el espíritu y reavivó sus esperanzas: Vio como Allah le ofrecía una vida satisfactoria, concediéndole amplias posesiones y una descendencia virtuosa y noble que heredaría las tierras y enseñaría el libro revelado.
Yacub (a.s.) se despertó alegre, libre de las cadenas de las dificultades. La esperanza se extendía ante él, ya que acababa de ver una confirmación de la predicción de su padre y un presagio de la realización sus de deseos. Se puso correr, reanudando su marcha con una nueva determinación.
 Los días pasaban y se reducían las etapas del viaje ante él, hasta que entrevió unas formas negras ante él. Reanudó esperanzado la marcha y deseó que fuera la entrada del pueblo donde vivía el shaij Laban. Aceleró el paso en esa dirección.
Sus pies empezaron a detenerse, el cansancio abandonaba su corazón y su espíritu se aliviaba de nuevo. Veía manadas de ovejas, nubes de pájaros, los frutos de los árboles, a los pastores que cantaban y a los niños que silbaban y jugaban.
Había dejado atrás el desierto, y se encontraba en las tierras de Ibrahim (a.s.) fuente de su mensaje y la tierra de su tío. Él debía pues, prosternarse ante Allah y agradecerle Su beneficio y reconocer que sólo Allah estaba detrás de su éxito.
Yacub (a.s.) como extranjero se acercó y preguntó amablemente: «¿Alguno de vosotros conoce a Laban Bin Batwil?»«¿Quién no conocería a Laban, el yerno de Isaac el profeta?» . Le respondieron: «es el jefe de su clan, el personaje más importante de su tribu y el propietario de estas manadas».  Entonces Yacub (a.s.) dijo: «alguno podría guiarme hacia su casa o conducirme ante él?». Le respondieron: «Aquí esta su hija Rahil, es la que corre detrás de las ovejas». Yacub (a.s.) se giró y vio a una muchacha de rostro agradable, belleza perfecta y un encanto admirable. Su corazón se perturbó y se sintió incapaz de pronunciar una sola palabra. Pero se reprimió y buscó la calma, luego se acercó ella y le dijo: «Vínculos muy cercanos nos unen y una relación nos junta. Soy del oasis que os da sombra y del arroyo que va la deriva. Soy Yacub, hijo de Isaac el profeta y de Rifka la hija de tu abuelo  Batwil. Dejé las tierras de Kannan y he recorrido este desierto que hace fundir la piel y desangra los pies, enfrentándome a las dificultades, con el fin de encontrar a Laban por una causa importante».
 Ella le dio la bienvenida tímidamente con hermosas palabras, luego se fue en su compañía hacia su casa.
 Mientras Yacub iba tras ella, sintió un desorden en su espíritu, como si un pájaro volara de su corazón. ¿Era por la vista de esta joven muchacha, sería ella la que él deseaba desposas, 1a predicción hecha por el padre, y la interpretación de la visión que había tenido en el desierto? ¿O simplemente estaba afectado por todo aquello a lo que un extraño debe enfrentarse por una causa importante? La causa podía ser ésta o aquella, por lo que retomó el control sobre si mismo y marchó con paso firme hasta lo que estuvo en presencia de su tío Laban. Había transcurrido mucho tiempo desde la última vez que lo vio, por lo que lo miró detenidamente y durante un espaciado tiempo, con los ojos húmedos por las lágrimas de alegría,  reservándole en su familia un lugar importante.
Yacub  (a.s.) le contó a su tío la razón por la que su padre le había enviado, y la alianza que esperaba conseguir. Le contó también que había conocido a Rahil, y que desde ese momento ella, ocupaba un lugar en su corazón, y deseaba que fuera su esposa.  Laban le respondió: «Haré eso por ti, te ayudaré a realizar tu propósito. Pero deberás permanecer en mi casa siete años y guardar mis rebaños si quieres obtener lo que deseas. Durante todo ese período estarás bajo mi protección». Yacub  (a.s.) aceptó esta condición y se dedicó a guardar las ovejas de su tío.
Rahil era la menor de las dos hijas de Laban, Layya era la primogénita, aunque le sucedía en belleza y en encanto. Yacub (a.s.) desconocía tanto las intenciones de Laban, como las leyes de su pueblo respecto al orden en el matrimonio de unas hermanas sobre otras. Laban encontró una salida al problema, y era unir a ambas muchachas en matrimonio con el joven Yacub (a.s.), ya que él era un hombre digno, y la ley en ese tiempo  no prohibía casar a dos hermanas al mismo tiempo y con el mismo hombre.
Cuando se terminó el plazo de tiempo que Laban le había impuesto a Yacub (a.s.), éste quiso unirse en matrimonio a su prometida, por lo que le pidió a Laban que cumpliera su promesa. Laban le dijo entonces: " Hijo mío,  mi corazón como padre y la ley de este país me prohíben darte como esposa a la menor de mis hijas antes que a la primogénita. Aquí  tienes a  Layya que aunque sea menos bonita que Rahil, lo sobrepasa no obstante por su moderación y su personalidad. Tómala como esposa y si deseas todavía a Rahil, deberás permanecer en mi casa otros siete años, encargándote siempre de los rebaños, tras ese tiempo dispondrás de los bienes suficientes para otra dote, entonces yo te casaré con Rahil.
Yacub (a.s.), como profeta, no podía rechazar el favor su tío, él mismo que lo había acogido con todo su amor, le había colmado de beneficios y preferido como yerno. Yacub (a.s.), acepto esta nueva condición y se casó con Layya, hasta que trascurrieron otros siete otros años y pudo entonces casarse con Rahil.
Labban ofreció a cada una de sus hijas una sirvienta para que las ayudaran y satisficieran sus necesidades, pero ellas prefirieron que ellas atendieran a Jacob, por amor y para acercarse él. Con el tiempo Yacub (a.s.),  tendría doce hijos, entre las dos sirviertes, Layya y Rahil. Hijos que posteriormente formarían las Tribus Al-Asbates.

LA HISTORIA DE YUSUF


        Un día al despertar de un agradable sueño, el profeta Yusuf (José, a.s.) buscó a su padre (Yaqub, Jacob, a.s.) para contarle su sueño. Le dijo: "He visto en mi sueño once estrellas, el sol y la luna, prosternarse a mis pies" (Sura Yusuf - versículo 4).
        Yaqub (a.s.) feliz por la noticia, le dijo a su hijo que el sueño era un mensaje y probaba los signos que había visto en él. El mensaje le anunciaba el favor y la sabiduría que Allah le concedía, como ya hizo con sus antepasados Ibrahim e Isaac (a.s.), pidiéndole que fuera discreto y no dijera nada a sus hermanos sobre lo revelado en el sueño, ya que envidiarían el privilegio que Allah le había otorgado. Éstos, no hacían otra cosa que murmurar a sus espaldas y si supieran de su revelación, tramarían algún mal contra él.
        Yusuf (a.s.) por entonces era un joven de piel clara y porte hermoso que ha todos gustaba admirar. Su madre Rahil (r.a.), falleció cuando tan solo tenía 18 años, dejándolo a él y su hermano Benjamín huérfanos de madre. Éste hecho, más el descubrimiento del designio del que era merecedor Yusuf, hacían que Yaqub (a.s.) les reservara un afecto especial,  y aunque procuraba disimularlo tratando a todos sus hijos por igual, ese especial afecto hacia los hijos de su difunta esposa Rahil no escapaba a la atenta vigilancia de sus otros hijos.
        Los otros hijos de Yaqub (a.s.) reunidos en secreto, movidos por los celos y el odio, no encontraban ninguna justificación a la indignidad que les suponía el menoscabo del afecto hacia ellos. Por lo que se conjuraron contra su hermano Yusuf (a.s.), barajando la posibilidad de asesinarlo y hacer desaparecer todo signo de él, o bien abandonarlo en un lugar lejano del desierto donde fuera devorado por las fieras o por las arenas del desierto. De ese modo creían que conseguirían con el tiempo, recobrar el afecto de su padre y con un simple arrepentimiento lavar sus culpas y ganar el favor de Allah.
        Judas, el más perspicaz y razonable de los hermanos les planteó las consecuencias que tendrían para ellos el asesinato de su hermano, por lo que les ofreció la alternativa de arrojarlo a un pozo que se encontraba camino de Jerusalén, donde podrían encontrarlo los que por allí pasaran, descubrirlo alguna caravana de comerciantes que se lo prendiera como esclavo. Con ese plan conseguirían lo que deseaban y escaparían de la deshonra y la vergüenza de su muerte.
        Estuvieron de acuerdo con el plan y pasaron toda la noche urdiendo como llevarlo a cabo. Ya de día, se presentaron junto a su padre y le pidieron que les confiara a su hermano Yusuf, ya que mientras ellos cuidaban de los corderos, él podría jugar o correr, no teniendo de qué preocuparse.
        Yaqub (a.s.), que temía las consecuencias, les hizo saber sus temores y el peligro que entrañaba el que un lobo diera con él por casualidad a sus espaldas y lo apresara, matándolo o devorándolo.
        Los hijos por contra, le prometieron que eso no ocurriría ya que estando rodeado de tantos como eran, sería muy difícil que sucediera, rogándoles que confiara en ellos. Por lo que Yaqub (a.s.) dejó que se lo llevaran con la condición de que lo protegieran.
        Entrada la mañana, Yusuf (a.s.) les acompañó, dirigiéndose todos directamente hacia el pozo. Una vez allí, le despojaron de su camisa y lo arrojaron al pozo, abandonándolo a su suerte, indiferentes a sus amargas suplicas y lágrimas. Creían que la atención de su padre hacia ellos mejoraría, y que con el paso del tiempo y la atención de todos, el dolor por la ausencia de Yusuf (a.s.) desaparecería.
        En el camino de vuelta fueron planificando lo que le tenían que decir a su padre. Ya a su lado y fingiendo llorar, le enseñaron la camisa de Yusuf (a.s.) manchada de sangre como prueba convincente de sus mentiras. Le dijeron que ocurrió lo que él temía, ya que después de dejar a Yusuf (a.s.) guardando el campamento, un lobo lo encontró solo y le atacó devorándolo, siendo su camisa manchada de sangre lo único que de él habían podido encontrar.
        Yaqub (a.s.) era consciente de la falsedad de su historia, como también sabía que Allah tenía reservado un plan a sus hijos que sin lugar a dudas sería ejecutado. Entonces les dijo: "Vuestras almas os han incitado ha hacer el mal, y la envidia os ha impulsado hacia lo mismo. Pero la resignación es mi único recurso hasta que seáis desenmascarados y las consecuencias de vuestros actos aparezcan. Allah, que está al corriente de todo, sabe de vuestra trasgresión".
        Mientras tanto, Yusuf (a.s.) permanecía en el pozo atrapado en la oscuridad y el silencio. Pero Allah le favoreció con su rahma y se le reveló diciéndole: "Se paciente y mantente firme. Encontraré una salida a tus desdichas y transformaré tus preocupaciones en alegría. Te ayudaré contra tus hermanos aunque después de algún tiempo". En ese instante las preocupaciones de Yusuf (a.s.) desaparecieron, recuperando el sosiego a la espera del mandato de Allah.
        Al poco, escuchó a lo lejos voces confusas y ruidos imprecisos que se acercaban haciéndose distinguibles, haciéndole comprender que se trataba de una caravana. Ésta se detuvo cerca del pozo pudiendo Yusuf (a.s.) reconocer las voces del jefe de la misma. Vio como un hombre lazaba un cubo al pozo y a el se agarró. La sorpresa de aquel hombre fue mayúscula al ver como un muchacho se enganchaba a la cuerda. Los que por allí andaban se a apresuraron a rescatarlo, acordando el llevárselo a Egipto y allí, venderlo como esclavo.
        La caravana retomó su marcha hasta llegar a Egipto. Una vez allí, pusieron en venta a Yusuf (a.s.) en un mercado de esclavos, vendiéndolo por un miserable precio ("por alguna insignificante moneda ya que no obtuvieron más por él". Sura de Yusuf, versículo 20), por miedo a que el secreto de su hallazgo se supiera.
        Yusuf (a.s.) fue comprado por un encargado de palacio del hombre más influyente en Egipto (Al-Aziz). Éste apreció en él los signos reveladores de su noble origen, por lo que le dijo a su mujer: "Me parece que este muchacho, tras observar lo calmado de su carácter, procede de una noble familia. Trátalo bien, y sobre todo no lo desaires como al resto de la servidumbre y no le golpees como a un esclavo. Espero que cuando alcance la edad adulta pueda sernos útil, entonces nos alegraremos de haberlo tomado como a un hijo".
        Yusuf (a.s.) pronto se acomodó a su nueva situación en la casa en la que fue acogido, trabajándo con total entrega y lealtad a su nuevo maestro, encontrando entre los habitantes de Egipto nuevos amigos y parientes. Ganándose con el tiempo la confianza de al-Aziz, que lo consideraba como a uno de los suyos.
        Dejada atrás la juventud, Yusuf (a.s.) no escapaba a la atención de la mujer de al-Aziz, que vigilaba sus idas y venidas, y suspiraba por un amor secreto rendida a la belleza de su pupilo, y aunque luchaba contra su deseo, la pasión la incitaba a flirtear e intentar seducirlo con todos sus encantos.
        Yusuf (a.s.) no hacia caso a las insinuaciones de la esposa de al-Aziz y la evitaba consciente del mal que ocasionaría en la familia que lo había acogido. Pero mientras más la evitaba, más ardiente era el deseo que la embargaba, llegando al extremo de declararle abiertamente su pasión.
        Desesperada, la esposa de al-Aziz mandó llamar a Yusuf (a.s.) a su alcoba, corriendo las cortinas y cerrando tras él las puertas y en esa situación le pidió que la tomara. Yusuf le contestó: "Que Allah me preserve de rendirme a tus deseos y hacer lo que me ordenas. Está lejos de mí traicionar a mi señor al-Aziz, que me ha acogido y tratado con generosidad. No soy un ingrato.
        La esposa de al-Aziz no podía soportar semejante humillación a su orgullo y no castigar la afrenta; abalanzándose sobre Yusuf (a.s.) le propinó golpes sin descanso. En esa situación Yusuf (a.s.) sintió la iluminación de la profecía que le revelaba: " Lo mejor es evitar el combate, mantener la paz es mejor que luchar". Por lo que intentó zafarse de ella y llegar a la puerta, mientras ella le destrozaba la camisa a jirones.
        Tras la puerta apareció al-Aziz, viendo el estado de exaltación de su mujer y el estado de la camisa de Yusuf (a.s.). Como todas las evidencias acusaban al sirviente, la frustrada esposa aprovechó la ocasión para acusarlo, contándole a su marido como su sirviente no había velado por tu ella traicionándolo. Ha intentado seducirme (que se merece el que ha querido deshonrar a su familia, sino ser encarcelado y sufrir una pena ejemplar). (Sura de Yusuf, versículo 25)
        Yusuf (a.s.) no tuvo más remedio que contarle la verdad a al-Aziz, de como había sido ella la incitadora que además le destrozó la camisa, siendo esta prenda la prueba de su sinceridad.
        En ese momento y mientras discutían sobre el asunto, el cocinero de la mujer entró en la habitación y percatándose de lo que allí ocurría dijo: "Si la camisa de Yusuf estuviera destrozada por delante, deberías creer a tu mujer y Yusuf sería un mentiroso, pero si estuviera destrozada por detrás, Yusuf diría la verdad y mentiría tu esposa".
        Cuando vieron que la ropa de Yusuf (a.s.) estaba rota por su parte posterior, comprendieron la veracidad de las palabras de Yusuf (a.s.). Entonces al-Aziz dirigiéndose a su esposa le dijo: "¡Esta ha sido una injuria de la que has de arrepentirte!. Y tu Yusuf, ¡abstente de comentar nada sobre éste incidente!".
        Aun así, el asunto se difundió por toda la ciudad y entre todas las mujeres del palacio, comentándose como la mujer de al-Aziz se había encaprichado de su joven sirviente, seducida por su encanto, y como enloquecida por el amor se había ofrecido a él rebajándose hasta su nivel, para ser por rechazada, provocandole  un estado tal de desesperación que aunque procuraba ocultarlo le traicionaban sus lágrimas.
        Los rumores se fueron difundiendo por todas partes y tomando distintas giros, hasta que llegaron a oídos de la mujer de al-Aziz que tuvo conocimiento de como todas sus amigas y mujeres de su edad hablaban de ello exagerando los hechos. Ella debía hacer algo para anular todas aquellas murmuraciones y acusaciones. Un día invitó a todas sus conocidas a un festín en el palacio, les ofreció a cada una de ellas una pieza de fruta y un cuchillo. En aquel preciso instante ordenó a su sirviente Yusuf (a.s.) que se presentara ante ellas. Al así hacerlo, la presencia de Yusuf (a.s.) las deslumbró y las turbó de tal manera, que tuvieron que soltar todas los cuchillos tras haberse producido cortes en las manos. Todas exclamaron: "¡Gloria a Allah y sus criaturas! (Sura de Yusuf - 31).
        La mujer de al-Aziz les dijo entonces: "Este es Yusuf, el hombre que me ha valido vuestros reproches, y la causa de que murmuraseis sobre mi. Tal como estáis ahora después de haberlo mirado furtivamente, como entonces podéis reprocharme nada. Yo le veo cuando se asea, come y bebe, cuando trabaja o descansa. Me encuentro sola con él de día y de noche. Me he plantado ante él con todos mis adornos y lo único que he conseguido es que se diera la vuelta por pudor, sin arrojarme ni siquiera una mirada de reojo. No oculto que me he entregado a él, pero me ha rechazado. Tampoco puedo ocultaros que no puedo soportar su rechazo y controlar mi corazón, cuando éste ya no me pertenece y me ha robado el alma. Las noches se me hacen muy largas ya que me ha robado el sueño de los parpados. Y aún así, él se obstina en resistirse a mi pasión. Ya que me he deshonrado y humillado ante las gentes, le haré encarcelar en el lugar más siniestro de la prisión hasta que pierda su juventud en la oscuridad de su celda, o bien le haré torturar para que sienta en su cuerpo y en su alma un dolor sin igual. Tengo estas dos soluciones, que él escoja pues la que mejor le convenga".
        Las mujeres que habían sido testigos del poder encantador de la belleza del sirviente, y conocedoras como eran del poder de la mujer de al-Aziz, se conjuraron del lado de ella contra Yusuf (a.s.). Una de ellas le dijo a Yusuf (a.s.): "¿Dime noble joven cual es la causa de tu rechazo y resistencia? Eres un hombre hecho y derecho que debería estar con una mujer y disfrutar de los placeres carnales que ella te ofrezca. Otra mujer continuó diciéndole: " Pon su amor de tu lado, aprovéchate de su poder y fortuna, de su rango y dignidad, no sabes que todo lo que se encuentra en éste palacio te ha sido ofrecido para causarte placer, y que tan solo tienes que responder a su llamada. Añadiendo una tercera mujer : "Si no deseas su belleza ni aspirar a su fortuna, debes temer  sus amenazas de encarcelarte indefinidamente y hacerte sufrir un suplicio sin fin, si eres dócil y abandonas tu obstinación, habrás ganado tanto su belleza como su fortuna, y evitaras la desgracia de la prisión y la tortura".
        Ellas pensaban que con sus argumentos alcanzarían a cambiar algo en el ánimo de Yusuf (a.s.), que acosado entre las promesas y las amenazas, sentía como el temor le oprimía su pecho. Entonces le imploró a Allah que le evitara la desgracia y alejara de él las perfidias de las mujeres. Yusuf (a.s.) dijo: "Allah, prefiero la prisión, a la infamia a la que estas mujeres me quieren arrastrar, si no me libras de su tentación, sucumbiré y volveré a caer en la ignorancia" (Sura de Yusuf, versículo 33).
        Aunque todas las pruebas indicaban claramente su inocencia, dando fe de su lealtad y honestidad a Al-Aziz. Éste, aún a pesar de estar seguro de su inocencia, no pudo dejar de atender los requerimientos de su mujer que le exigía venganza diciéndole: "Yusuf me ha traído el escándalo y deshonrado injustamente. No encuentro otra solución para vengar mi honor y apaciguar mi cólera, que el que lo encarceles". Al-Aziz  asintió a sus palabras y mando ejecutar su orden, encarcelando a Yusuf (a.s.) a pesar de su inocencia.
        Yusuf (a.s.), se resignó a su destino puesta la esperanza en la justicia de Allah, que le había prometido la profecía, designándolo como su transmisor.
        Transcurrían los días sin que se avecinara un pronto final. Mientras tanto Yusuf (a.s.), dedicó su tiempo a auxiliar a los enfermos y consolar a los débiles, ganándose el afecto y la confianza de todos los presos.
        Entre los que estaban encarcelados con él, habían dos jóvenes de la corte del rey: su sommelier y el intendente encargado de custodiar las provisiones. Un día, ambos se despertaron angustiados por las pesadillas que habían padecido, por lo que decidieron acudir a Yusuf (a.s.), para pedirle que interpretara sus sueños.
        El sommelier le contó como se veía en un viñedo cercado verde y florido, llevando en una mano la copa del rey, donde prensaba las uvas. A su vez el intendente le dijo que se veía en el sueño llevando una cesta llena de todo tipo de panes y de comida, pero que una bandada de pájaros se precipitaban sobre ella robando su contenido, para llevárselo a un lugar lejano .
        Yusuf (a.s.), aprovechando la ocasión se dirigió a todos los presos que le rodeaban para acercarles el mensaje de Allah, diciéndoles: " Pueblo, detrás de estos ídolos y estatuas que adoráis, está Allah, el que me ha guiado para indicaros Su camino. Estos ídolos, como Rá o Ibis, son únicamente palabras que vosotros o vuestros antepasados os habéis inventado, y a los cuales Allah no ha dotado de ningún poder. No hay prueba o evidencia que justifique su adoración. Si queréis una prueba de mi sinceridad, os haré saber la interpretación de los sueños de éstos dos hombres: Uno saldrá de prisión y recuperará su anterior trabajo como sommelier del rey. Mientras que el otro, será crucificado y su cabeza servirá de comida a las rapaces. Estoy seguro de que así ocurrirá, y ello no se debe a ningún tipo de arte u oficio, será tal como he dicho por que Allah, así me lo ha comunicado.
        Yusuf (a.s.), dirigiéndose al sommelier del rey le pidió que le recordara a éste, como había conocido en la prisión a un hombre que se encontraba preso, victima de la injusticia por una falsa acusación.
        La interpretación de los sueños se revelaron exactas, mientras que el intendente fue crucificado, el otro se salvó. Una vez que el sommelir del rey recuperó su posición, la promesa que le hiciera a Yusuf (a.s.) cayó en el olvido, obligándole a permanecer algunos años más en prisión.
        Pasado los años, un día, el rey se despertó aterrado a causa de una pesadilla. Hizo convocar a todos los sabios y nobles de su reino para contarles la visión que tanto le inquietaba. Les dijo que había visto como siete gordas vacas eran comidas por otras siete famélicas, así como siete espigas verdes estaban acompañadas de otras siete resecas.
        Ningún siervo del rey fue capaz de interpretar el sueño que éste había tenido, aunque la ocasión si hizo recordar al sommelier su paso por la cárcel, y como le habían pronosticaron la libertad, recordando además la promesa que le hiciera a Yusuf (a.s.).
        El sommelier dirigiéndose al rey le contó que en la cárcel se encontraba un noble hombre que sabía interpretar el mundo de los sueños y distinguir lo verdadero de lo falso, por lo que si quisiera, él mismo podría ir a verle y obtener la información que tanto anhelaba.
        El sommelier fue al presidio para encontrarse a Yusuf (a.s.) tal como lo había dejado. Soportando con paciencia el rigor de la cautividad ofreciéndose a los demás, concentrado en la contemplación de su Señor. Ya ante Yusuf (a.s.), le contó el motivo de su visita y le pidió que le ayudara a resolver el enigma, prometiéndole que le ayudaría a mejorar su situación.
        Yusuf (a.s.) le dijo que se encontraban al inicio de siete años ricos y generosos, en los que la tierra sería muy fértil, las cosechas aumentarían y se viviría en la abundancia; pero que serían seguidos de otros siete años difíciles, de sequía y de escasez, en los que se propagarían las desgracias. Pasados esos siete años, las dificultades desaparecerían, siendo fértil el año siguiente. Por lo que deberían de tomar medidas para abastecerse en previsión de los siete largos años de carestía.
        Ésta fue la interpretación del sueño que Allah le había revelado a Yusuf (a.s.) mientras meditaba, y que al serle transmitida al rey le provocaron una profunda admiración. Tras lo cual, ordenó que le trajeran ante su presencia para poderlo conocer de primera mano, escuchar sus consejos y analizar la sabiduría de los mismos.
         Yusuf (a.s.), le dijo al enviado que regresara sin él junto al rey, pidiéndole que investigara el asunto ocurrido a propósito de unas mujeres que se habían cortado las manos, y por las que él se encontraba preso. Únicamente saldría del presidio tras demostrarse su inocencia y recuperada su honra.
        El rey mandó buscar a las mujeres para interrogarlas. Ya ante él, no pudieron ocultar la verdad de los hechos, confesándose culpables de mentir sobre la figura de Yusuf (a.s.), al que reconocían como un hombre honesto y leal. A su vez la mujer de al-'Aziz confesó como fue ella la que sedujo a Yusuf (a.s.), aunque él siempre la eludía, guardando la fidelidad y honestidad de su marido y señor ("con el fin de que él sepa de que no me he burlado durante su ausencia. Allah no ayuda a los malvados") (Sura de Yusuf, versículo 52). El testimonio de la mujer de al-'Aziz, libró a Yusuf (a.s.) de toda culpa y le restituía el honor mancillado.
        Ante el rey, la figura de Yusuf (a.s.) después de todo lo acontecido, adquiría una especial relevancia y le hacían merecedor de una gran admiración y estima, siendo su deseo tenerlo en la corte como su hombre de confianza.
        Tras ser liberado, Yusuf (a.s.) se presentó ante el rey, y éste pudo comprobar los méritos que hacían de él una persona excepcional. Le ofreció trabajar en la corte como intendente responsable de las arcas del país. Pero Yusuf (a.s.), teniendo presente el futuro que le acontecía a Egipto, le expuso al rey la necesidad de asumir la responsabilidad de mantener la prosperidad de Egipto desde el cargo de gobernador, ya que solo desde ese cargo podría tener el acceso y control de las cuentas del reino y sus provisiones, tanto en los momentos de bonanza, como en los años de carestía que se avecinaban.
        Yusuf (a.s.) demostró su valía como gobernador de Egipto, y durante los primeros siete años de prosperidad mandó construir grandes silos y almacenes que llenaron con los excedentes de cosechados. Llegado el periodo de penurias, el pueblo de Egipto vivió con desahogo y despreocupación, gracias a que sus necesidades básicas estaban garantizadas por la buena administración del gobierno que Yusuf (a.s.) había impulsado.
        La reputación de Yusuf (a.s.), se extendió por todo Egipto hasta los lugares más remotos. Alababan las virtudes de su gobierno y de como había sabido preparar al país contra la sequía y el hambre, distribuyendo equitativamente entre las gentes la ayuda alimentaria que cubriera sus necesidades, sin hacer distinción entre diferentes países o pueblos.
        La sequía se extendió también a los países vecinos a Egipto, alcanzando a Canaán, donde vivía su padre, el profeta Yaqub (a.s.) y su pueblo, los Asbaths. Éste le pidió a sus hijos que se prepararan a marchar hacia Egipto con una caravana, para comerciar y poder aprovisionarse de los alimentos que en su tierra escaseaban, y que para tal viaje irían sin la compañía del hermano menor, Benjamin.
        Cuando la caravana de los hermanos de Yusuf (a.s.) llegó a Egipto, se dirigieron directamente a la casa del gobernador, pidiéndole al chambelán que les presentara ante él. Una vez delante de Yusuf (a.s.), éste los reconoció de inmediato, mientras que al contrario no ocurría lo mismo. Todos los acontecimientos dolorosos que le habían llevado a la situación en la que ahora se encontraba, pasaron por su mente, sin embargo se armó de paciencia, y sin delatar su identidad, decidió actuar con inteligencia y serenidad para de ese modo obtener información sobre su situación actual y el estado en el que encontraba el resto de la familia que con ellos no habían viajado.
        Éstos se presentaron ante el gobernador explicándole que eran doce hermanos descendientes de un noble profeta y mensajero, y cómo solo diez se encontraban ante él; el undécimo y menor de todos, se había quedado al cuidado de su anciano padre; y del duodécimo no sabían nada ya que lo habían perdido y desconocían si Allah lo había recogido en su seno.
        Yusuf (a.s.), les ofreció su hospitalidad acomodándolos en una casa. Un día al invitarlos a su palacio, les preguntó sobre su pueblo y la razón de su viaje, además de si conocían a alguien ajenos ellos que confirmara su historia, ya que albergaba dudas sobre sus intenciones.
        Los hermanos protestaron ante la dificultad de lo que se les pedía, ya que no conocían a nadie y su país quedaba muy lejos. A pesar de sus quejas, les pidió que accedieran a pasar una prueba que le hiciera confiar en ellos y su palabra. Consistía en que trajeran ante él al hermano menor que se había quedado al cuidado de su padre; si cumplían con esa condición y el menor de los hermanos daba fe de sus buenas intenciones, los aprovisionaría con el doble de las mercancías pactadas, caso contrario no obtendrían nada y se negaría a recibirlos.
        Los hermanos de Yusuf (a.s.) sabían que la empresa era difícil de conseguir, ya que su padre (Yaqub a.s.) se negaría a permitirles que Benjamín les acompañara después de lo ocurrido con su hermano Yusuf (a.s.). Sin embargo le prometieron al gobernador de Egipto, que volverían con la compañía de su hermano.
        La expedición de búsqueda del hermano menor, fue aprovisionada por Yusuf (a.s.) con hermosos regalos y presentes para su familia. Yaqub (a.s.) al ver llegar la caravana, le preguntó a sus hijos por  todo lo ocurrido, a lo que ellos respondieron con toda suerte de detalles sobre el trato privilegiado que se les había dado y del carácter magnifico de su gobernante, pero también, de la imposibilidad que tuvieron para demostrar su honestidad y buenas intenciones. Por lo que le pidieron a su padre que accediera al deseo del gobernador de Egipto, y pudieran con su ayuda, disipar toda duda, permitiéndoles volver con la caravana ricamente pertrechada.
        Yaqub (a.s.) ante la petición de sus hijos, mostró su negativa a dejar que Benjamín los acompañase, recordándoles lo que les pasó con Yusuf (a.s.). Mientras tanto y cuando deshacían sus equipajes, se encontraron con que las mercancías que habían comprado en Egipto, así como el dinero que gastaron en ellas, les habían sido entregadas, lo que les animó a insistirle a su padre jurándole que vigilarían y cuidarían de su hermano sin descanso, no pudiéndose negar Yaqub (a.s.) a sus pretensiones.
        Después de un largo viaje y ya en Egipto, fueron a la busca del gobernador de Egipto, que al ver a su hermano Benjamín, tuvo que hacer grandes esfuerzos por contener la emoción que le embargaba y disimular sus sentimientos. Los invitó a su mesa sentándolos por parejas, pero Benjamín se quedo sólo y esto le hizo recordar como si estuviera vivo su hermano, él se abría sentado a su lado. Entonces éste, lo hizo sentar junto a si. Tras la cena les comunicó que todos serían alojados en una casa, excepto Benjamín que permanecería en la suya.
        Ya solos, le preguntó a Benjamín si le gustaría que él fuese su hermano, a lo que éste respondió, que quien no desearía tenerlo por tal aunque para él no fuera posible. Entonces Yusuf (a.s.) abrazándolo entre lágrimas le confesó quien era y todo lo que le había ocurrido hasta el presente, haciéndole jurar que disimulara y no le dijera nada al resto de los hermanos.
        Los días de hospitalidad tocaron a su fin y los invitados se prepararon para partir. Yusuf (a.s.), actuando con astucia les preparo una encerrona al ordenarle a sus sirvientes que escondieran entre los equipajes que estaban preparando, una valiosa pieza de cerámica entre las pertenencias de Benjamín.
        Cuando se prepararon para iniciar el viaje tras las despedidas pertinentes, un sirviente les ordenó que desmontaran de su cabalgaduras y depositaran todas sus pertenencias en el suelo, acusándoles de ladrones.
        Con el alma por los suelos, abatidos por la deshonra, se dirigieron hacia aquél que les interpelaba, exigiéndole explicaciones. Él les respondió que había desaparecido una copa del rey,  y creían que uno de ellos lo había robado y ocultado entre sus cosas, prometiéndoles que aquél que lo entregara tendría un cargamento adicional de camellos.
        Los hermanos de Yusuf (a.s.) le recriminaron al criado que los tratara de esa forma y los acusara de ladrones, garantizándole que ellos eran hombres de ley y que no cometerían un delito que entre ellos era castigado con la pérdida de libertad y la esclavitud.
        Ese compromiso agradó a Yusuf (a.s.); la ley de Egipto no le permitía encarcelar a los ladrones o tratarlos de esa manera, por lo que podía actuar conforme a lo que se comprometían sus hermanos.
        Se pusieron a registrar los equipajes de los hermanos y al llegar a las pertenencias de Benjamin, encontraron ocultos entre los pliegues de sus ropas la copa del rey.
        Sorprendidos y abrumados por la vergüenza, tenían que cumplir con la promesa hecha a Yusuf (a.s.), no sin quejarse por el dolor que le causarían a su anciano padre que pronto cumpliría los ochenta años y al cual estaba muy unido. Por lo que le propusieron cambiarse cualquiera de ellos por él, ya que le habían prometido a su padre que cuidarían de él y lo traerían de vuelta a casa sin mal alguno.
        Yusuf (a.s.) les respondió: " ¡Allah nos preserva de tomar a otro de aquél en el que hemos encontrado nuestro bien! ¡De otro modo seríamos injustos!" (Sura de Yusuf - versículo 79).
        Los hermanos de Yusuf (a.s.) desesperados por no conseguir que sus sugerencias fueran aceptadas, decidieron alejarse para discutir. Judas dijo: "Por mi parte, no abandonaré ésta país excepto con la autorización de mi padre. O que Allah decida por mi, ya que es el mejor de los jueces. Regresad vosotros al lado de vuestro padre y decidle que su hijo a desaparecido. Que no te traemos lo que sabemos. No sabríamos responder a una cosa que se nos escapa. Infórmate en la ciudad donde ocurrió el asunto y con las personas que hemos hecho el camino y verás que decimos la verdad" (Sura de Yusuf - versículo 80, 82). Los nueve hermanos partieron dejando atrás a Judas.
        Cuando llegaron a su pueblo, Yaqub (a.s.), enseguida echó en falta a su hijo Benjamín y desesperado por su ausencia interrogó a sus hermanos, que le contaron todos los acontecimientos. Yaqub apartándose de ellos les dijo: "Esto es aun más, una estratagema organizada por vosotros. La resignación es mi único recurso". (Sura de Yusuf - versículo 83). "Puede ser que Allah me los devuelva. Él es el Sabio, el Prudente". (Sura de Yusuf - versículo 83)
        Uno de los hijos de Yaqub (a.s.) viendo su estado, le dijo como era posible que él como gran mensajero y noble profeta al que Allah había escogido para divulgar sus revelaciones, se lamentaba tanto de la pérdida alimentado aún más sus preocupaciones, acaso no era consciente de que estaba perdiendo su salud y de que su cuerpo se marchitaba (¡Por Allah, si no cesa de evocar el recuerdo de Yusuf, comprometerás tu salud y acabarás por morir!) (Sura de Yusuf - versículo 85).
        Yaqub (a.s.) le confesó que el dolor que lo atenazaba era sobre todo debido a que no sabía cual era el paradero de su hijo Yusuf (a.s.), del que sabía por inspiración de Allah que se hallaba vivo, y que si lo que querían era que recuperara la salud y la alegría, lo que tenían que hacer era salir en su busca y traerle a su presencia tanto a Yusuf (a.s.) como a su hermano Benjamin, y para ello tendrían que armarse de esperanza y paciencia, confiando en la rahma de Allah. ("Puesto que sólo desesperan de Él los impíos" Sura de Yusuf - versículo 87).
        Los hermanos de Yusuf (a.s.) ante la confesión de su padre, comprendieron la dificultad que entrañaba encontrarlo en la bastedad de la tierra, pero sí sabían donde podrían acudir en primer lugar para recuperar a su hermano Benjamín, por lo que decidieron partir hacia Egipto por tercera vez.
        Una vez llegaron a Egipto se dirigieron al palacio del gobernador para implorarle y ofrecerle lo poco de riqueza que les quedaba, a cambio de la liberación de su hermano pequeño. Yusuf (a.s.) para esa ocasión ya había recibido la revelación de Allah, que le permitía desvelar su identidad a los hermanos, perdonarles sus ofensas y olvidar todo deseo de venganza.
        El gobernador de Egipto les contó todo lo que habían hecho a su hermano Yusuf (a.s.), al que habían arrojado al olvido y la muerte en un pozo, y como habían hecho oídos sordos a sus súplicas y sollozos. Éstos, incrédulos ante lo que suponían que era un secreto guardado entre ellos y del que Benjamín no tenía conocimiento, se pusieron a examinar minuciosamente al gobernador, hasta que uno de ellos los reconoció gritando su nombre.
        Yusuf (a.s.) les contestó dirigiéndose a su hermano Benjamín: "Si, soy Yusuf y éste es mi hermano. Allah nos a puesto bajo su protección. Cualquiera que tema a Allah y se resigne, será recompensado, ya que Allah no deja sin recompensa a los justos" (Sura de Yusuf - versículo 90).
        Yusuf (a.s.) les dijo: "No os reprocho nada. Que Allah os perdone. Su clemencia no tiene igual" (Sura de Yusuf - versículo 92).
        Un día en el que Yaqub (a.s.) se encontraba en el lugar reservado a las oraciones invocando a Allah, un sentimiento de paz y de dulzura se abrió paso en su corazón, una sensación de bienestar que le hacía recuperar la salud perdida y que le comunicaba la buena nueva del paradero de Yusuf (a.s.). "Siento el olor de Yusuf" (Sura de Yusuf - versículo 94).
        Cuando los viajeros regresaron de Egipto, le comunicaron a Yaqub (a.s.) las buenas nuevas y le mostraron la camisa de Yusuf (a.s.). Le contaron como habían transcurrido todos los acontecimientos implorándole su perdón y absolución.
        Yaqub (a.s.) les dijo que no los podía salvar del castigo de Allah, aunque le rogaría a Él por su absolución, ya que Él es el misericordioso por excelencia. Dicho esto, les ordenó que prepararan las monturas, hicieran acopio de fuerzas, para partir hacia el encuentro de Yusuf (a.s.) el gobernador de Egipto.
        Ya en Egipto, Yusuf (a.s.) divisó a sus parientes, acompañados de sus once hermanos, todos juntos y arrodillados ante él en posición de sumisión. Los hizo levantarse y acompañarle en el trono, agradeciéndole a Allah el favor diciéndole: "Señor, Tu me has dado el poder y me has enseñado a interpretar los acontecimientos. Creador de los cielos y de la tierra. Tu eres mi sostén en éste mundo y en el otro. Haz que muera en estado de gracia y me reúna con los elegidos" (Sura de Yusuf - versículo 101)






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